Por Daniel Cecchini publicada en www.infobae.com
La mañana del 18 de febrero de 1977, cuando el Tango 02 despegaba de Aeroparque con el dictador y parte de su gabinete a bordo, un potente explosivo hizo estallar la pista y estuvo a punto de hacer caer el avión. Los detalles de la operación guerrillera que utilizó el entubamiento del Arroyo Maldonado y fue preparada durante meses sin ser detectada por la dictadura
El impacto del atentado fue tan grande que la férrea censura de prensa de la dictadura no trató de ocultarlo, aunque sí evitó que se difundieran detalles que pusieran en evidencia lo cerca que estuvo de ser exitoso y cómo fue burlada la seguridad del dictador Jorge Rafael Videla. “Frustrado atentado contra el avión presidencial”, tituló Clarín en su portada de la mañana siguiente. Con una bajada que explicaba: “Fracasó un atentado terrorista que se perpetró ayer en el aeroparque metropolitano en circunstancias en que decolaba el avión que llevaba al Presidente a Bahía Blanca. La violenta explosión no causó víctimas, pero debió cerrarse la estación aérea y los vuelos se cumplieron desde Ezeiza”. Fiel a su estilo, la tapa de Crónica informaba “Pudo ser una catástrofe” y abundaba después: “Fracasó atentado contra el general Videla: poderosa bomba estalla poco después que decolara la máquina presidencial con miembros del gabinete”. El matutino La Opinión, todavía dirigido por Jacobo Timerman, eligió casi la misma fórmula para titular: “Fracasó un criminal atentado contra el teniente general Videla”. Si se revisan los textos, la coincidencia aparece de inmediato: todos utilizan el mismo verbo en tiempo pasado -“fracasó”- copiado de un comunicado oficial cuya intención era minimizar lo cerca que el atentado había estado de lograr su objetivo, matar al dictador.
Porque la calurosa mañana del viernes 18 de febrero de 1977 fue el momento en que Jorge Rafael Videla estuvo más cerca de perder la vida durante los cinco años en que fue la cabeza más visible de la dictadura más sangrienta de la historia argentina. El reloj marcaba exactamente las 8.40 cuando el presidencial “Tango 02″, un avión Fokker F-28, levantó vuelo desde la pista del sector militar del Aeroparque “Jorge Newbery”, con el dictador a bordo. Lo acompañaban el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz; el comandante del V Cuerpo del Ejército, general Osvaldo Azpitarte; el secretario general de la presidencia, general José Villarreal; el jefe de la casa militar, brigadier Oscar Caeiro; el secretario de Energía Guillermo Zubarán, y otros funcionarios para visitar la plataforma “General Mosconi”, en el sur del país, donde Videla iba a anunciar nuevos planes de explotación energética. El Focker se había alejado unos pocos metros del suelo cuando una enorme explosión hizo saltar por los aires el asfalto de la pista y provocó que el avión se tambalear y estuviera a punto de caer. Si eso no ocurrió se debió a dos circunstancias fortuitas: el avión despegó unos metros antes de lo que solía hacerlo habitualmente y una de las dos cargas explosivas colocadas debajo de la pista no estalló por una falla técnica.
Esa misma tarde, el Ejército Revolucionario del Pueblo, dio a conocer un “parte de guerra” dirigido “al pueblo argentino” donde se adjudicaba el ataque contra el avión presidencial. “En el día de la fecha, siendo las 8.30 horas, la Unidad Especial ‘Benito Jorge Urteaga’ del ERP por indicación del buró político del PRT procedió a hacer detonar una carga explosiva debajo de la pista principal del Aeroparque Jorge Newbery con el objetivo de destruir el avión presidencial y al asesino Videla. Por causas de orden técnico no se logró el objetivo final a pesar de haber detonado una de las cargas explosivas”, decía. Y seguía: “El brazo de la justicia popular es largo y sabrá ajustar con los asesinos y torturadores del pueblo argentino. El puño de acero de la vanguardia armada del pueblo sabrá luchar incansablemente hasta lograr el triunfo total sobre la más bárbara y sangrienta dictadura militar que jamás haya soportado nuestro país”.
El comunicado de la organización guerrillera marxista acabó también con una confusión. En un primer momento se creyó que el ataque contra el avión de Videla había sido obra de Montoneros porque por entonces la organización de la izquierda peronista se mantenía mucho más activa y el uso de explosivos era parte de su modus operandi, al contrario que el ERP, que nunca los había utilizado hasta entonces en un atentado. Con el correr de los días -y de los años- se fueron conociendo más detalles de la “Operación Gaviota” -llamada así porque Videla “iba a volar”-, la acción guerrillera que más cerca estuvo de acabar con la vida del dictador.
Operación Gaviota
El atentado contra el avión de Videla llevó meses de planificación y de preparación material. Casi como una paradoja, la idea se comenzó a trabajar en julio de 1976, casi al mismo tiempo que la organización guerrillera recibía el golpe más dura de su existencia: las muertes de Mario Roberto Santucho y Benito Jorge Urteaga, y la captura y desaparición de Domingo Mena, sus tres máximos líderes. La conducción del PRT-ERP quedó entonces a cargo de Luis Mattini, enrique Gorriarán Merlo y Eduardo Merbilhaá, quienes dieron el visto bueno para su preparación.
El plan para hacer estallar el avión de Videla tomó cuerpo cuando un oficial de inteligencia del ERP consiguió los planos de la red de tuberías del arroyo Maldonado, que atraviesa la ciudad de Buenos Aires de Este a Oeste y pasa por debajo de la pista del Aeroparque Jorge Newbery, desde donde solía despegar la aeronave presidencial. Con esos datos, dos militantes realizaron una cuidadosa exploración del arroyo entubado para definir las necesidades y los detalles. El mando de la operación quedó a cargo del Turco -nombre de guerra del oficial de inteligencia que había obtenido los planos- junto con un experimentado combatiente del monte tucumano, apodado David, y un tercer oficial del ERP, Eduardo Streger, conocido dentro de la organización como “La Tía”.
Una vez estudiados los planos, para explorar el arroyo los guerrilleros acondicionaron una furgoneta en un taller. Le hicieron un agujero en el chasis para poder descender a una boca de tormenta sin abrir las puertas y despertar sospechas. Así, una noche, el chofer de la furgoneta se estacionó unos minutos sobre una de las tapas de acceso, durante los cuales Streger y David ataron unas sogas y descendieron munidos de linternas y copias de los planes. Repitieron la maniobra varias veces y en una de ellas detectaron una boca de acceso más cercana al aeropuerto. El problema era que, a medida que se acercaban a la desembocadura del arroyo, el caudal del agua aumentaba. Además, los días de lluvia, la corriente crecía aún más. Entonces compraron un bote de fibra de vidrio y lo bajaron. En esas exploraciones, más de una vez estuvieron a punto de perder la vida cuando las lluvias hicieron subir abruptamente el nivel del agua y provocaron fuertes correntadas. “Hubo que exigir los brazos hasta casi quebrarlos. Contener la angustia. Debíamos llegar de inmediato a la salida de la calle Córdoba. Cuando lo logramos, la boca estaba casi cubierta por el torrente subterráneo. Tal era la urgencia que tuvimos que dejar el bote atado y trepar desesperadamente por entre la marea que se abalanzaba sobre el túnel”. Una vez en la superficie, jadeante, David dijo: “¿Te imaginás lo que hubiera sido morir ahogados en una alcantarilla?”, le contó muchos años después uno de los guerrilleros al sociólogo y periodista Mario Santucho, hijo del fallecido líder del PRT-ERP.
Finalmente definieron el lugar para colocar los explosivos, los bajaron en varios viajes, junto con los cables sumergibles necesarios para detonarlos a distancia. Para noviembre de 1976 tenían todo listo. Tomando en cuenta que el espesor de la pista del aeropuerto era de entre 65 centímetros y un metro de hormigón armado, determinaron que para volarlo se requerían aproximadamente entre nueve y doce kilos de TNT, pero para generar una onda suficientemente poderosa para que afectara al avión en vuelo se usaron como base unos 65 kilos de explosivo en una carga central, debajo del centro de la pista, compuesta por 30 kilos de TNT y el resto de gelamón, más otra carga en el borde, debajo de una tapa de inspección, con 15 kilos de TNT y unos 50 de gelamón. Las dos cargas quedaron conectadas en paralelo a una línea principal de conducción eléctrica y tenían en cada una tres cápsulas detonantes eléctricas más otras repartidas como reforzadores. “Se calculaba que cualquiera de las dos que estallara con el avión carreteando sería suficiente, aunque si se los tomaba en despegue, la principal sería la del centro, por los trozos de hormigón que saldrían disparados por el aire, como proyectiles”, explicaría después uno de los responsables de la operación.
La cobertura del diario La Opinión sobre el intento del ERP de terminar con la vida del presidente de facto
Explosión en la pista
Los pocos miembros del ERP que conocían la operación -solo los tres máximos dirigentes de la organización y quienes participarían de ella- debieron esperar tres meses hasta poder llevarla a cabo. Debían conocer con exactitud la fecha y la hora de alguno de los viajes en que Videla partiría desde el aeroparque. Finalmente llegó un dato seguro: el dictador y su comitiva despegarían rumbo a Bahía Blanca el viernes 18 de febrero de 1977 alrededor de las 8.30 de la mañana.
Ese día, desde poco antes -no podían hacerlo desde antes porque corrían el riesgo de ser detectados por la seguridad que utilizaba Videla en sus movimientos- cada uno de los guerrilleros con participación directa en la Operación Gaviota ocupó su puesto. A través de entrevistas con algunos militantes del ERP implicados en la acción, Mario Santucho logró reconstruir su disposición: “En total, unos diez partisanos intervienen en vivo y en directo de la acción. Pepe se instala en el aeropuerto; David observa desde el Velódromo ubicado en la calle Belisario Roldán, entre Figueroa Alcorta y las vías del ferrocarril Mitre; la Tía se hace cargo del tercer puesto, en los bosques de Palermo, cerca del Planetario. Él sería el encargado de pulsar el botón. Está acompañado por un doble que lo protege y, en caso de urgencia, debería reemplazarlo en la función de disparador. Entre las tres posiciones se comunican a través de walkies talkies. Otros guerrilleros caminan entre los árboles, en tareas de contención. Hay chóferes que están listos para garantizar la huida. A las ocho y cuarto todos están en sus puestos y el observador abre la comunicación con su jefe. La fuente eléctrica es conectada al circuito de disparo”, escribió en una nota publicada por Crisis.
La publicación de Estrella Roja,
La publicación de Estrella Roja, órgano de prensa del ERP con el parte del atentado y de Crónica, mostrando la pista de Aeroparque tras la explosión de una de las bombas
La cronología de lo que sucedió a partir de ese momento fue relatada por uno de los miembros del comando guerrillero en una nota publicada en la revista del ERP, Estrella Roja, diez días después de los hechos: “A las 8.15 se ubican los compañeros definitivamente en sus puestos y el compañero disparador abre la comunicación con el jefe que estaba en el puesto de observación. Los intercomunicadores funcionan normalmente y se abre un compás de espera, la fuente eléctrica es conectada al circuito de disparo. A las 8.30 se envía la primer señal (sic), el avión comienza a moverse y el compañero disparador se pone en alerta. A las 8.35 se envía la segunda señal; el avión enfila a la punta norte de la pista. Estaba previsto el despegue de cualquiera de las dos puntas: sur o norte. Se quita el seguro eléctrico de la fuente de energía. A las 8.40 el avión levanta vuelo y pasa por debajo del punto de referencia: el jefe da la orden de fuego y el disparador acciona la batería. Se produce la explosión. El avión acusa la onda pues produce un leve balanceo, pero no es afectado. Nos retiramos, el jefe por un lado y los otros dos compañeros por otro, hasta el puesto de control. La Operación Gaviota había terminado” reconstruyó.
El mismo ERP dio a conocer las razones por las que fracasó la operación: el avión llevaba poco combustible y al tener menos peso despegó metros antes del lugar previsto u se elevó en un ángulo mayor al que los guerrilleros habían calculado. La primera bomba explotó, pero la onda expansiva apenas sacudió al avión, mientras que la segunda carga, la más potente, directamente no estalló debido a una falla eléctrica del detonador.
Después del sacudón, el avión fue hasta la base de El Palomar, donde la comitiva cambió de aeronave y siguió camino a Bahía Blanca. La explosión dejó un cráter de unos cinco metros de diámetro y el Aeroparque fue clausurado temporalmente.
Una postal del 29 de marzo de 1976. Los jefes de las fuerzas armadas argentinas prestan juramento tras el golpe para derrocar a la presidenta María Estela Perón: el general Emilio Massera, el almirante Jorge Videla y el brigadier Orlando Agosti
“Debajo de los bigotes”
La noticia del atentado contra Videla no solo superó las barreras de la censura de la dictadura, sino que fue reproducida por importantes medios de América latina, los Estados Unidos y los países europeos. La mañana del 19 de febrero, El País de España relató los hechos así: “El presidente argentino, general Jorge Videla, ha escapado ileso de un nuevo atentado contra su vida, el segundo en el plazo de cuatro meses. Cuando el avión presidencial iniciaba su despegue de Buenos Aires, rumbo a Bahía Blanca, una bomba hizo explosión junto a la pista, de la que levantó siete metros de asfalto. La precisión cronométrica del atentado hace pensar que el poderoso explosivo fue activado a distancia. El avión pudo remontar el vuelo, pero tomó tierra inmediatamente en una base militar cercana desde la que Videla prosiguió viaje más tarde. Hasta el momento, ningún grupo político ha reivindicado el atentado, aunque según fuentes no oficiales, habría sido detenido un sospechoso en el mismo aeropuerto bonaerense”.
El diario madrileño erraba en su última línea, porque todos los guerrilleros que participaron de la Operación Gaviota se alejaron de sus posiciones sin ser detectados y mucho menos capturados. Más tarde -cuando el ERP ya no tenía capacidad para seguir actuando- casi todos ellos salieron del país. En cambio, Eduardo Scherer, la Tía, el Teniente Martín del ERP, el hombre que apretó el botón del detonador, fue secuestrado en mayo de 1976 y continúa desaparecido.
Pese a fracasar en su objetivo de matar a Videla, la Operación Gaviota puso en evidencia ante el mundo que la seguridad que rodeaba al dictador no era inexpugnable. Días después, en muchos medios del exterior -no en los argentinos- se reprodujo la apreciación que uno de los guerrilleros hizo en Estrella Roja: “El atentado al avión presidencial es seguramente una de las operaciones especiales de mayor complejidad hecha en nuestro país por revolucionarios. Se operó prácticamente debajo de los bigotes de Videla durante muchos meses, manejándose los problemas de seguridad y enmascaramiento con total éxito”, afirmaba.