República Argentina: 2:41:21pm

Por Juan Bautista Tata Yofre publicado en www.infobae.com

Luego de intensas negociaciones, el radical Arturo Mor Roig se convirtió en el último Ministro del Interior del gobierno de facto del teniente general Alejandro Lanusse. La discusión interna en el radicalismo. El visto bueno del peronismo que destrabó la designación. Su estrategia para el retorno democrático. Y el plan de Montoneros para matarlo. Documentos exclusivos y reveladores

El último encuentro de Roberto Marcelo Levingston, el presidente de facto, con los tres comandantes en Jefe del 22 de marzo de 1971 comenzó a las 17.30 en la Sala de Situación de la Casa de Gobierno a solicitud de la Junta Militar. Fue cuando Levingston intentó dar una última bocanada con la detención del teniente general Alejandro Lanusse, pero el 23 de marzo, a las dos y diez de la madrugada, Levingston presentó su renuncia. La cumbre fue grabada y transcripta en 60 páginas, y resulta ser la apología del disparate. Está escrita pero el general Rafael Panullo me la contó así: “El final de Levingston fue cuando le ordenó al general Horacio Rivera que metiera preso a Lanusse con pistola en mano. Luego citó a Jorge Corchito Cáceres Monié (en 1975 asesinado por Montoneros) y lo nombró Comandante en Jefe. El jefe militar designado dijo a sus íntimos: “Me voy a hacer cargo para reponer a Lanusse.”

Poco después la Junta de Comandantes reasumió el poder y Alejandro Lanusse ocuparía el despacho presidencial de la Casa Rosada el viernes 26 de marzo de 1971 cuando juró como el último presidente de facto de la Revolución Argentina. Así se hizo cargo Lanusse, el último caudillo militar del Siglo XX y las Fuerzas Armadas comenzaron a realizar entonces una retirada decorosa del gobierno. Lanusse dijo: “cuando llegué al poder la Revolución Argentina ya había transitado, en la soledad, por dos etapas. Y así llegué debilitado al poder, porque estaba debilitada, confundida, desorientada, la estructura en la que yo me apoyaba”. Como se conoce, Levingston había llegado desde Washington para ser presidente. Era un perfecto desconocido para el 95 por ciento de la sociedad. Asumió en junio de 1970 y en marzo de 1971 caía. A las pocas semanas de asumir Lanusse, Jorge Daniel Paladino le informaba a Juan Domingo Perón que “la situación política general evoluciona rápidamente (…) Ya está el desacuerdo entre Levingston y Lanusse. No se ha llegado todavía al enfrentamiento pero la lucha por el poder ya está planteada. Levingston quiere ‘sacarse de encima’ a la Junta pero, por supuesto, no muestra sus cartas. Su problema lo lleva al seno del Ejército; la batalla se va a librar ahí”.

En el gabinete ministerial de Lanusse se destacaban cuatro figuras: Arturo Mor Roig, Ministro del Interior; Francisco “Paco” Manrique, Ministro de Bienestar Social; Jacques Perriaux, Ministro de Justicia (e inspirador de la Cámara Federal Penal de la Nación que persiguió a las incipientes “patotas” y juzgo a los terroristas con la ley en la mano) y Luis María de Pablo Pardo, Ministro de Relaciones Exteriores, con el que puso fin a “las barreras ideológicas” en la escena internacional. De todos, al que menos conocía era a Mor Roig. Ambos conversaron por primera vez el miércoles 14 de enero de 1971 durante un almuerzo de Lanusse en el comando en jefe del Ejército con los radicales José Luis Cantilo y Antonio Tróccoli, bajo la atenta mirada del general Dubra y el coronel Cornicceli.

Los invitados estaban acostumbrados al estilo formal de los militares de la época pero el dueño de casa lo rompió de inmediato. Se dirigió a su pariente y amigo Cantilo cuando le dice: “Vos te das cuenta este hijo de …. Gnavi anoche me invito a comer y no sé qué me dio, estuve toda la noche descompuesto”. Luego pasaron a conversar, discutir, sobre los tiempos que se vivían. Según recordó Tróccoli más tarde Mor Roig quedó muy bien impresionado de Lanusse y al jefe militar le ocurrió lo mismo. Hay dos detalles que no se escapan: en diciembre de 1970 Lanusse y Balbín mantuvieron un encuentro el el departamento de Cantilo en la calle Gelly y Obes luego de la fundación de La hora del Pueblo que reunía a los principales partidos de la época. Después del almuerzo con Lanusse, Mor Roig se encontraría varias veces con Cornicceli y en pocas semanas más el destino lo llevaría por otros rumbos, especialmente al despacho de la planta baja de la Casa de Gobierno pero su acceso no fue tan sencillo. Luego que Lanusse es repuesto en el Ejército y la Junta Militar toma la decisión de que asuma como presidente de la Nación, el jefe militar comienza a pergeñar su equipo ministerial. Desde el primer momento se piensa en un proceso que pueda finalizar ordenadamente con la Revolución Argentina mediante elecciones libres y sin proscripciones. Como agudamente observó el sociólogo Pablo Mariano Ponza “el gran acierto político de Lanusse fue observar con claridad que la mejor manera (sino la única) de descomprimir la situación social, desactivar la guerrilla y la amenaza de divisiones irrecuperables en el seno de la corporación militar, era propiciando una salida democrática.” Para eso nada mejor que tener un ancla con La hora del pueblo y se pensó en el radical Mor Roig pero había que convencerlo a Ricardo Balbín y al mismo Mor Roig.

Entre los “príncipes” del partido de Yrigoyen e Illia se instalo un debate: Juan Carlos Pugliese no estaba de acuerdo en que aceptara. Tróccoli lo insto a aceptar, el bonaerense César García Puente también y Balbín observaba mientras que Raúl Alfonsín criticaba el “pas de deux”. El principal sostén de la candidatura vino de Jorge Daniel Paladino, el delegado de Perón. Una tarde, antes de la reunión del conglomerado político, “el colorado” Paladino se reunió con líder radical y le dijo: “Mire doctor, esta tarde en la reunión vamos a tratar el asunto de Mor Roig. Creo que Mor Roig tiene que aceptar el ofrecimiento y yo voy a proponer que acepte así le facilito el problema a usted”. Paladino le estaba diciendo que no se iba imaginaba repetir la designación del radical Alconada Aramburu de 1956 con Pedro Eugenio Aramburu.

 “Cuando Lanusse decía quiero elecciones libres estaba pensando en Mor Roig”, me contó el general Panullo, secretario general de la Presidencia. “Antes de ser Ministro del Interior tenía deudas y se abonaron con un cheque que le hizo Cantilo. En otra ocasión se me ordena darle a Mor Roig las llaves del departamento de Juan Duarte de la avenida Callao para que mantenga reuniones reservadas. Al mismo tiempo se le asignó una suma que devolvió al terminar su gestión. No había gastado un peso”. Lo mismo me relató su sucesor Esteban Righi durante un reportaje que le hice en México en 1983. Mor Roig era un funcionario dispuesto a “servir a y no servirse de” diría Lanusse. En el plano político se tomaron una serie de decisiones que manifestaron el devenir de un tiempo distinto. En el plano interno se descongeló la actividad partidaria, se comenzó a hablar de elecciones y nuevos padrones.

Logrado el apoyo de la coalición opositora para que Mor Roig integrara el gabinete del régimen militar, Lanusse debía aquietar el frente interno militar. Así, con la firma de los generales Miguel Ángel Viviani Rossi (jefe del Estado Mayor General) y Fernando Dubra (Jefatura V) le elevaron un estudio que reflejaba la conveniencia de la designación del dirigente radical, cuyo partido había sido derrocado en junio de 1966. El punto 5 consideraba que “por sus características personales podría facilitar la materialización del ‘Gran Acuerdo Nacional’, preconizado por el Comandante en Jefe del Ejército… además pertenece a un movimiento político con gran arraigo popular, lo que facilitaría el consenso de un gran sector que actualmente en disidencia con el accionar del gobierno; por lo tanto disminuiría parte de la presión a que se halla sometido el gobierno en los campos político-gremial y estudiantil.” En otro punto estima que “señala una gran apertura política y la factibilidad de concretar a breve plazo el Plan Político tan largamente esperado.”

Entre las desventajas los dos jefes militares estiman: “Representa a una fracción política que fue la más afectada por el gobierno de la Revolución Argentina, siendo la mala conducción política de la misma la que provocó el hecho revolucionario del 26 de junio de 1966″. Seguidamente hacen saber que “es extranjero (español) naturalizado”. Uno de los fines del trabajo es considerado en su último punto cuando sostiene: “Su nombramiento provocaría una actitud negativa en los cuadros, los cuales verían que se materializa el fracaso del gobierno de la Revolución Argentina, al ver asumir a una figura del partido que fue derrocado en junio de 1966″, y la conclusión atempera la anterior opinión: “Se considera conveniente su nombramiento en razón de su definida personalidad y arraigo en las corrientes políticas vigentes.”

Además del estudio del Ejército también se pronunció la Junta Militar al fijarle pautas al ministro para la elaboración de su plan político, tratando de alivianar la situación existente: “bajo la necesidad, aún latente de consolidar un acuerdo nacional eliminando las antinomias y enfrentamientos que sólo conducen a la anulación de la vida política nacional. Existe una falsa imagen del fracaso de la Revolución Argentina, provocada por alguna información de la prensa y/o declaraciones de voceros políticos una acción que malinterpretan las últimas acciones del Gobierno confundiendo interesadamente o no las profundas intenciones del Poder Ejecutivo y la responsabilidad inexcusable de dar la satisfacción que las Fuerzas Armadas deben recibir y ostenta como conductores del proceso hasta el éxito final.”

También se le dio a Mor Roig un documento que la Junta Militar consideró “Directivas para el Ministro del Interior como ‘bases del plan político’”. A cinco días de asumir su cargo como Ministro de Interior, Mor Roig anunció oficialmente la rehabilitación de la actividad política y comenzó una serie de reuniones con los máximos representantes políticos durante un convulsionado proceso que desembocaría en las elecciones del 11 de marzo de 1973 con el triunfo de la fórmula Cámpora - Solano Lima, tal como relato en mi libro “La trama de Madrid”. Todo terminó en un gran fracaso y Mor Roig adelantaría la suerte del candidato tiunfante Héctor Cámpora el futuro de los próximos meses cuando le dijo a Alfredo Bufano, de La Prensa, que “sería un gobierno efímero y complicante”.

Habiendo cumplido uno de los objetivos fundamentales por el cual había sido convocado, con la asunción de las nuevas autoridades democráticas abandonó la función pública. Sus dotes personales y su capacidad intelectual fueron elementos idóneos que le permitieron desarrollar sus labores en la actividad privada, sin necesidad de jubilaciones de privilegio u otras prebendas. Entre mayo de 1973 y julio de 1974 Mor Roig se desempeño como asesor como asesor de una mediana empresa.

Luego del fallecimiento de Perón el 1° de julio de 1974, cuando la banda armada Montoneros pasó abiertamente a la ofensiva contra el gobierno constitucional de María Estela Martínez Cartas de Perón, Mor Roig se convirtió en un blanco principal. A los catorce días de fallecer Perón, fue asesinado Arturo Mor Roig. Se conoció que fue Montoneros y, más tarde, durante un encuentro entre Balbín y Roberto Quieto, el subjefe de Montoneros le explicó que “la conducción” había tomado esa decisión para hacerle entender a la Unión Cívica Radical que ellos no podían ser dejados de lado en las negociaciones políticas. “Era un dirigente radical”, dijo Quieto. Ricardo Balbín le dijo que Mor Roig no era un dirigente radical porque antes de asumir como Ministro del Interior pidió su desafiliación del partido. “Ya no era radical, pero dejó en el partido grandes amigos y un especial respeto”. Después de estas palabras la conversación se terminó.

Y el 15 de julio de 1974 un “Grupo Especial” de la organización lo asesino mientras almorzaba en el restaurante “El Rincón de Italia” de San Justo, un lugar modesto donde iba la gente de la empresa Chrysler que quedaba cerca. Como me relataría “Pepe” Brunetta, funcionario de la empresa, “a ese lugar los que más iban eran los directivos de Relaciones Públicas y Publicidad que tenían su mesa reservada de lunes a viernes para diez personas y se comía muy bien”. Nunca hubo una exhaustiva investigación sobre su asesinato, ni los seis nombres de los que integraron el “grupo especial”, aunque los historiadores, sin grandes certezas, señalan a varios que el año anterior asesinaron a José Ignacio Rucci, entre los que se encontraba uno que, finalmente, termino viviendo como “poeta” en París. Sí queda para el recuerdo el lamentable cántico de los actos de montoneros: “Hoy, hoy, qué contento estoy, vivan los montoneros que mataron a Mor Roig”.

La Nación del día 16 de julio de 1974 relataría que “el hecho ocurrió a las 14,45 cuando dos desconocidos se dirigieron hacia el doctor Mor Roig y uno, que portaba una carabina Itaka con caño recortado, casi cuerpo a cuerpo, atacó el ex ministro y le disparó a la espalda y la cabeza. Fue con proyectiles que contenían ocho perdigones cada uno.” El “Documento Base” de la Central Nacional de Inteligencia, sobre “Organizaciones Armadas Clandestinas”, de fecha 7 de Octubre de 1974, que modificaba y actualizaba el documento Situación Base Subversiva del 13 de Mayo de 1974″ (en vida de Perón), que se le presentó a la Presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón, en su página 48 sostiene que tras la muerte de Juan Domingo Perón y antes de pasar a la clandestinidad (6 de septiembre de 1974), Montoneros realizó los asesinatos cuando pasa abiertamente al ataque para tomar el poder. Se había terminado la “hora de los distraídos”. El ex dirigente radical, ex titular de la Cámara de Diputados (1963-1966) y exministro del Interior fue velado en la sede del parlamento nacional. Ante sus restos Leopoldo Bravo afirmó: “A la frondosa lista de víctimas de la barbarie, acaba de agregarse otro nombre. No terminamos de reponernos ante la consumación de un acto de terrorismo, cuando nos vemos consternados ante un nuevo homicidio alevoso”.

 


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