República Argentina: 3:20:47pm

Por Vicente Palermo publicado en www.clarin.com

La vicepresidenta no debe dejarse llevar por el espíritu de revancha. Tiene una gran oportunidad de hacerle un servicio a la patria.

Victoria Villarruel tiene una gran oportunidad de hacerle un servicio a la patria. Ojalá haga ese servicio. No soy su amigo, pero igual le doy un consejo, porque la patria nos compete a todos los que la queremos. Vicepresidenta, no se deje llevar por el espíritu de revancha.

Sí, el espíritu de revancha se puede comprender, y a veces es confundido con la justicia. Como me dijo un querido colega, el reclamo de Victoria es la respuesta lógica a veinte años de imperio de la versión Bonafini de la historia. Razón no le falta. Pero la respuesta lógica ¿estriba en las palabras o en los efectos que podrían derivarse de ellas?

Es una pregunta necesaria. Porque en estas tierras la versión Bonafini imperó, no tanto porque un espíritu revanchista animaba a Hebe, sino porque el poder político la convocó, la cobijó, la exaltó y la empleó como punta de lanza para desenvolver un vasto relato histórico.

Lamentablemente. Y lo que fue entonces la reunión de dos mundos extraños, ajenos (el anhelo de las Madres y las ambiciones del poder), presenta ahora el peligro de renacer conjugado, puño y empuñadura de una sola espada justiciera.

Por eso quizás sea demasiado tentador: la promesa de un liderazgo fácil. Por eso, aunque no podamos asombrarnos de que Victoria hable así, sí deberíamos disuadirla de que actúe así. Si desea el bien de la patria que se aparte del revanchismo, con o sin sobreactuación.

Porque hay una pizca de sobreactuación en Victoria Villarruel. Sus palabras nacen acompañadas con el redoble de tambores de la santa indignación. Argentina – nos dice – merece no ser un nido de impunidad y para eso “hace falta que construyamos sobre los cimientos que se hacen con justicia”. Contra la impunidad, verdad y justicia, ¿quién podría negarlo? Pero, ¿no nos son familiares esas palabras?

En las guerras de religión a veces los enemigos se aniquilaban por diferencias marginales. Los espíritus animados por las mismas palabras y pasiones pueden parecerse entre sí más de lo que creen, aunque se odien. Pero Victoria nos explica qué derivados prácticos tendrían sus palabras: “Por eso, reabriremos todas las causas de víctimas del terrorismo, para que sea la Justicia la que haga lo que debió hacer hace más de 20 años. Todos los montoneros tienen que estar presos, respondiendo por ensangrentar nuestra Nación”.

Ya, ya, creen que se miran en azogues diferentes, pero eso es nomás narcisismo, el azogue es el mismo, se pueden contemplar en él de cuerpo entero, embelesados. Y si es eso lo que les pasa, también les pasará que quedarán esclavos de sus anuncios. Y eso ya no será liderazgo, una vez que uno atraviesa la luna del espejo, no vuelve. Nuestra vicepresidenta anuncia esperar que la Justicia haga lo que debió hacer. Bueno, pero ¿a qué se refiere? ¿Acaso a que la Justicia juzgue?

Parece que no. Se refiere a que ponga presos a “los Montoneros” (¿A quiénes? A todos, “todos los montoneros”, ¡sic!). O sea, está proponiendo juicios con un resultado predeterminado. Predeterminado por ella. Victoria debería conocer a cuántos habitados por el espíritu Bonafini de la historia les ha ocurrido lo mismo. Eso no tiene nada de Justicia y todo de farsa. Aunque los actores de la farsa crean estar viviendo una tragedia.

La tragedia ocurrió, pero transformarla en un reclamo de venganza, en una cruzada revanchista no es precisamente lo que la patria precisa en días tan difíciles. Menos aun cuando quien encarna ese reclamo integra la cúspide del poder político. De uno u otro modo nos compromete a todos.

No tiene derecho a hacerlo de esa manera. Lo que tiene que hacer es desarrollar sus capacidades de moderación. El Gobierno dice estar refundando de arriba abajo la nación y su sociedad. No creo en absoluto en refundaciones, pero si quieren jugar, jueguen bien.

Si llaman a construir sobre los cimientos que se hacen con Justicia, entonces no sustituyan a la Justicia, no se pongan en su lugar, no la manipulen para satisfacer un deseo de venganza íntimo o vicario. Si se abstienen de esas desmesuras, entonces sí ejercerán un liderazgo.

No quisiera extenderme en el nudo político legal, la pertinencia de abrir o reabrir causas jurídicas. En la presidencia de Alfonsín se ordenó enjuiciar las cúpulas de la guerrilla (Decretos 157 y 158/83). Dispuestos por la Justicia, claro está, hubo encarcelamientos y condenas. Menem indultó a militares y comitentes de actos terroristas. Pero algunas causas emblemáticas de hechos de tal naturaleza subsisten, como la de la bomba en un comedor policial.

Si estos hechos fueran declarados delitos de lesa humanidad, serían imprescriptibles. Pero para ello sería preciso que se acreditara la intervención de algún estado extranjero. No hay ninguna decisión en ese sentido, aunque la Cámara Federal tiene un caso a resolver. Hasta ahora la doctrina de la Corte Suprema es contraria a esta postura.

Como se ve, la cuestión es compleja, debería permanecer encuadrada en la Justicia y el derecho positivo, y entre la exigencia que Victoria recalca, de meter presos a todos los Montoneros, a las posibilidades concretas de juicio – no necesariamente de culpabilidad – de algunos pocos de los que efectivamente hayan cometido delitos (Montoneros o no), hay un abismo. Convertir solicitudes legales a la Justicia en convocatorias resonantes y especulares de la versión Bonafini, es una temeridad, y hacerlo desde el núcleo del poder político... más todavía.

 

 

 

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