POR ARIEL CORBAT publicado en www.laprensa.com.ar
Mi amigo Marcelo White Pueyrredón contaba con particular entusiasmo aquella anécdota mítica de la disputa entre Federico II El Grande y un simple molinero, a la que interpretaba como la mejor explicación de lo que en verdad significa el “triunfo del Derecho”. Lo mismo creo yo.
Federico, entonces el hombre más poderoso de Europa, quería adquirir el molino para extender sus jardines pero el molinero rechazaba todas sus proposiciones de compra. Cansado del asunto Federico lo mandó llamar para advertirle que tenía poder suficiente para tomar la propiedad sin pagar un centavo, pero la respuesta del molinero fue: “Por supuesto majestad, pero hay jueces en Berlín”. Quiere la leyenda que lejos de sentirse ofendido, Federico sintió orgullo de haber logrado que en su reino los súbditos pudieran estar seguros de sus derechos, incluso frente al hombre que encarnaba el poder mismo. Había jueces en Berlín.
Siglos después, los argentinos no podemos decir que hay jueces en Buenos Aires. Sabemos que realmente no los hay. Más aún, sobre ilusiones recientes nos vamos anoticiando que, por falta de voluntad política, no los habrá por mucho tiempo.
El enorme problema que tiene la Nación Argentina con su Poder Judicial no es nuevo, pero a partir del año 2003, con la caprichosa interpretación del Derecho Constitucional y Penal para dar curso al anhelo kirchnerista de encarcelar militares que vencieron al terrorismo castrista, los jueces federales se convirtieron en cómplices de un ininterrumpido prevaricato sistematizado; en función del cual cientos de los hombres que ganaron la Libertad de los argentinos siguen privados de su libertad.
Tengamos claro que si el 2003 señala el inicio del prevaricato sistematizado, no fue porque de la noche a la mañana los jueces se corrompieran por algún maleficio lanzado por Néstor Kirchner contra ellos, venían corruptos desde mucho antes con una corrupción apañada por la política.
El caso más emblemático de un juez corrupto que fue sostenido por la política es el de Norberto Oyarbide, un coleccionista impune de pedidos de juicios políticos que murió como si fuera un honrado juez jubilado. No lo era. Con Oyarbide la política sentó jurisprudencia de sobrevida a jueces prostibularios, esos que a cambio de sus vicios pagan favores con sus sentencias.
En tal sentido, Oyarbide sigue siendo hoy el símbolo representativo de la Justicia Federal. Son eso.
DESMEMORIA
Vapuleada por las urgencias y la desmemoria como práctica establecida, la sociedad corre el riesgo de olvidar que la infamia del gobierno de "Alberto de la Fernández no son sus anecdóticas miserias personales, sino que el 19 de marzo de 2020 con excusa de pandemia derogó de facto la Constitución Nacional, todo ello con la anuencia cobarde de la Corte Suprema y el conjunto de la clase política.
Esa "infeKtadura, como bien supo llamarla Franco Rinaldi, en la que vimos gente morir no por causa de enfermedad alguna sino por falta de libertad.
La dictadura militar surgida del golpe de Estado de 1976 ya no es la última dictadura que padeció la República Argentina, la última dictadura fue la "infeKtadura" y sus responsables siguen impunes.
A poco de recibirme de abogado, el Dr Enrique Pinedo me enseñó con ejemplos que el Poder Judicial en la Argentina sirve para solucionar conforme a Derecho las disputas entre particulares, pero no cuando la controversia era de interés político. Y ese es justamente el punto que hace que al fin de cuentas no haya jueces en Buenos Aires.
Y por si alguien todavía tiene dudas de la gravedad el cuadro que presenta la "Justicia Federal", a la que no dudo en calificar de vergüenza nacional, tenga a bien meditar que ningún país con mayoría de jueces honorables, probos y eficientes, alcanza el grado de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual que exhibe la República Argentina. La realidad habla y lo grita por sí sola.
* Periodista y editor de La Pluma de la Derecha. Abogado (UBA). Experto en seguridad y temas militares. Editor de la página web http://plumaderecha.blogspot.com