Por Ariel Corbat *publicado en www.laprensa.com.ar
A mediados de 2020, cuando Alberto de la Fernández ya había derogado de facto la Constitución Nacional para el espanto que Franco Rinaldi supo sintetizar como infeKtadura, una mujer tuvo la ocurrencia de homenajear al presidente feminista tatuándose su incalificable rostro en un brazo. En ese momento el tatuaje se hizo viral porque se parecía más al recordado Roberto Galán que al homenajeado, pero como la suerte es cambiante (como enseña el cuento del viejo afgano), aquello que parecía mala suerte hoy es buena suerte de poder decir: “No es Alberto, me tatué a Roberto”.
La necesidad de mostrar militancia lleva a muchos a inyectarse tinta bajo la piel para afirmar su identidad política y borrar las dudas del raciocinio. Es de suponer que con la pública denuncia de la ex primera dama acusando al dictador de la pandemia de haberla lesionado a golpes, quienes adornaron su cuerpo con su imagen se sientan un poco, ¿cómo decirlo suavemente?, digamos: “bobos” (para respetar el estilo severo de La Prensa y no usar la más coloquial palabra de nuestro habla que con tres sílabas también empieza con “bo” y en plural termina con “os”).
Sin embargo, por muy “bobos” que sean los “bobos” que se tatuaron las ojeras y el bigote del lamentable cantautor de Si me pierdo yo me encuentro, vengo a decir que hay otros a los que encuentro mucho, pero mucho más “bobos” y hacen un daño mayor que estropear su propia piel.
LOS DECEPCIONADOS K
Son mucho más “bobos” que los tatuados decepcionados del kirchnerismo, aquellos libertarios que por cobardía intelectual se genuflexan pusilánimes ante la corrección política que la izquierda escribió para los progres y, convalidando el relato kirchnerista sobre los años de plomo, en lugar de respaldar abiertamente a los diputados de La Libertad Avanza que visitaron presos en el Penal de Ezeiza, adoptan posturas que los dejan inequívocamente plantados a la izquierda de Elisa Carrió.
Ciertamente los bríos y consignas de la campaña electoral son pasado, pero aún así resulta alarmante que dentro del oficialismo haya funcionarios de gobierno y legisladores que en relación al prevaricato sistematizado desde 2003 a la fecha se ubiquen a la izquierda de Carrió.
No es un dato menor que la propia Elisa Carrió, quien como diputada nacional impulsara la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, admitiera hace años que hay que revisar los juicios a que dieron lugar la anulación de esas leyes. (Algo que nunca debió convalidar la CSJN). Y cito textual lo dicho por Carrió el 13 de Octubre de 2017: “Espero el consenso necesario para ver juicios de revisión en los casos que no haya pruebas. Porque realmente hay juicios donde no hay pruebas, hay otros juicios que tienen que quedar firmes y hay una situación que tiene que ser aplicada a todos por respetar los derechos humanos. Es que después de determinada edad, tu prisión es domiciliaria. Pero lo es en todos los casos”.
A diferencia de Carrió mi posición es que todos esos juicios son nulos y los jueces que intervienen en ellos debieran ser destituidos por prevaricadores. Porque yo estoy a la derecha de Carrió.
Lo que preocupa es que funcionarios y legisladores oficialistas, en lugar de trabajar para ese consenso, por cobardía y/o pereza intelectual salten prestos en auxilio del kirchnerismo quedado a la izquierda de Carrió evitando estudiar y avanzar en tan importante cuestión que hace a la independencia y buen funcionamiento del Poder Judicial, devenido desde 2003 en Poder Prevaricador. Sobran argumentos para respaldar y superar su propuesta de revisión.
Notables “bobos” son los diputados de La Libertad Avanza que defeccionaron de sus propios pasos y los que se volvieron violentamente contra Araujo, Benedit, Ferreyra y Montenegro; sus compañeros de banca. Ese bloque ya está irreparablemente roto por la traición y su ruptura que el tiempo habrá de definir. Y deja expuesta la falla de conducción política tanto por parte de quien preside la bancada, Gabriel Bornoroni, como del propio Javier Milei que acaso, hermosa palabra la palabra “acaso”, no advierta que la independencia de los poderes no le resta responsabilidad de liderazgo político y que en política debe sostenerse la disciplina partidaria, porque si se descuida surgen tanto errores no forzados como internas que revelan contradicciones ideológicas.
RUIDOSO SILENCIO
El ruidoso silencio de la vicepresidente Victoria Villarruel tampoco ayuda a ordenar el desmadre, porque su rol institucional no la anula como referente político de peso y su trayectoria le confiere autoridad moral a su voz. Voz que esperamos oír los que votamos fórmula más que Presidente.
Cuando Juntos por el Cambio eligió a Bullrich sobre Rodríguez Larreta, los halcones se impusieron a las palomas. Patricia Bullrich, como candidata presidencial, firmó un compromiso en relación a los juicios para avanzar en dirección similar a la que proponía Carrió. Y en lo que hace a la revisión del pasado, tanto ella como el ministro de Defensa Luis Petri siguen siendo halcones. Nobleza obliga, hay que reconocerlo.
Ahora dentro de La Libertad Avanza, se perfila una disyuntiva decisiva en la que habrá que optar por ser los leones que se prometió ser en la campaña, o los patitos sobre la cabeza de la diputada Arrieta.
Pegarle al demolido Alberto de la Fernández es tan fácil que cualquiera se anima. Cosa de patitos. Salir abiertamente a respaldar a los diputados de La Libertad Avanza que fueron a Ezeiza, aunque debiera ser todavía más fácil, resultó que no lo es tanto.
Leones o patitos, esa es la cuestión.
* Periodista. Experto en seguridad y temas militares. Editor de la página web http://plumaderecha.blogspot.com