Por Rosendo Fraga. Analista político y militar. Director del Centro Nueva Mayoría
La decisión de Nicolás Maduro, de darse por ganador con el 51,2% frente a la oposición a la que adjudica 44,2%, no ha sido reconocida por EEUU, la Unión Europea, algunos de sus aliados en Asia y varios de los países de América Latina. Seguramente, como sucedió con el gobierno interino de Juan Guaidó surgido en 2019 reconocido por estos mismos países, intensificarán las sanciones económicas como sucedió entonces.
Pero estas sanciones han fracasado en Cuba desde hace 65 años, al igual de lo sucedido con Irán y Rusia en años recientes. Estos países junto con China han reconocido el resultado oficializado por Maduro, al igual que varios de sus aliados. Esto dará al régimen venezolano cierta capacidad de resistir a las sanciones económicas.
El gobierno interino de Guaidó tuvo un apoyo popular mayoritario, como sucederá ahora con el desconocimiento del resultado declarado por la líder de la oposición, María Corina Machado.
Días antes de la elección Maduro amenazó con un “baño de sangre” si el resultado fuera desconocido y el mismo día de la elección dijo que tenía “un arma secreta que eran las milicias”, organizaciones para-militares del régimen preparadas y dispuestas a la violencia callejera. No cabe duda que está dispuesta a usarlas.
Como sucedió con Guaidó, el rol de las Fuerzas Armadas fue la clave más importante de su fracaso. Sólo lo siguieron algunas decenas de uniformados.
Fracasado el golpe contra Chávez de 2002, éste recurrió a Fidel Castro para adquirir el mecanismo para asegurarse la lealtad militar que le había fallado, al igual que para reorganizar sus servicios de inteligencia y tener una custodia confiable, inicialmente a cargo del mismo servicio de inteligencia cubano.
Respecto a los militares, el primer mecanismo que se implementó fue, una poderosa Dirección de Contra-Inteligencia Militar, destinada a suprimir cualquier esbozo de disidencia. A quien no está identificado con el régimen, le espera cárcel y torturas, como también persecución a sus familias. La segunda iniciativa fue el cambio ideológico, simbolizado con la sustitución de la consigna de lealtad de “Patria o muerte” por la de “Socialismo o muerte”. Como sucede en Cuba las instituciones armadas son del partido no del estado. A ello se agrega cierta reinterpretación de la historia, de acuerdo a la cual, el país tiene dos padres en la faz político-militar, Bolívar y Chávez, el primero lideró la independencia política y el segundo la soberanía económica.
Este tipo de adoctrinamiento, es el que han recibido con intensidad sistemática los militares durante los últimos 22 años, desde el último golpe. Los militares disidentes no se sublevan, desertan y se convierten en un exilado más.
En la oposición se afirma que la mitad de los presos políticos son militares jóvenes. Puede ser una estimación exagerada, pero es una evidencia del tipo de trabajo que realiza la Contra-Inteligencia Militar.
n cuanto a las jerarquías superiores están beneficiadas por su actividad en las actividades económicas a cargo del estado y es aún más difícil que se produzca entre ellas alguna reacción contra el régimen.
En caso que la protesta callejera derive en violencia, como ya ha sucedido en el pasado, el gobierno emplea las milicias, luego las fuerzas policiales y de seguridad y en último término las Fuerzas Armadas.
El chavismo lleva un cuarto de siglo en el poder y dificilmente sucumba en tanto y en cuanto cuente con el respaldo integral de las fuerzas armadas.