Carta de lectores publicada en www.lanacion.com.ar
Como se me ha transformado ya en una costumbre, sigo yendo a la zaga de la saga de los tremendos casos de prisiones escandalosas que plantea con claridad en sus cartas el doctor Enrique Munilla, muchas de ellas inspiradas en el análisis de fallos que con delicada paciencia realiza el doctor Jaime L. Smart, casualmente víctima de esas aberraciones judiciales.
Por momentos tengo la ilusión –quizás vana– de que, de alguna manera, estoy expresando la voz de los que no tienen voz, ya sea porque no la pueden usar, o porque no se la dejan usar o porque sencillamente no se atreven a usarla por simple cobardía, temerosos de perder sus puestos tan bien remunerados hoy día. Con fechas 28/6 y 3/7, Munilla nos relata dos casos tremendos. Uno referido a Néstor Tauro y Ramón Zanabria, quienes ingresaron a la Escuela de Marinería a los 16 años, los que 35 años después fueron juzgados y privados de su libertad sin hallarse prueba alguna en su contra. Néstor Tauro murió en prisión el 20/2/2019 y Zanabria continúa detenido desde hace 14 años en la prisión de Marcos Paz esperando la muerte. Los responsables de todo este desaguisado acá van: Sergio Torres, Martín Irurzun, Eduardo Farah, Daniel H. Obligado, Adriana Palliotti y María G. López Iñiguez, todos por supuesto, “ilustres” magistrados federales. El otro caso al que alude Munilla es el de los hermanos Julio y Emilio Méndez, detenidos en marzo de 2011 y condenados por los jueces Parra, Portela y Falcone, del TOC Federal de Mar del Plata, tan solo para “hacer ver” en forma ficticia que también habrían actuado civiles en la guerra antisubversiva. Después de estar nueve años confinados en las ergástulas luchando contra dudosos jueces, finalmente la Corte Suprema otorgó razón a la defensa, entendiendo que debía terminar ese verdadero tormento y los Méndez vieron de nuevo la luz del sol pues se les devolvió la libertad que nunca debieron haber perdido. Como nota de color, aquellos jueces que los condenaron en forma inicua y escandalosa dictaron el ruinoso veredicto en medio de un espectáculo montado en la Universidad Nacional del Centro, en Tandil, a donde mudaron la sede del Tribunal de Mar del Plata. Un espectáculo realmente bochornoso que todos callan (salvo Munilla, desde luego). Este último caso tuvo un final feliz, aunque no fue gratuito, pues les costó nueve años de sus vidas privados de su libertad.
Claro que tiene razón Munilla. Son todos fallos escandalosos plagados solo de palabras huecas y copiadas de otros fallos. Al leerlos, solo tenemos la impresión de encontrarnos ante un pájaro herido aleteando en vano sin tener la más mínima posibilidad de levantar vuelo.
¡Hasta cuándo se seguirán dictando sentencias tan escandalosas!
Francisco García Santillán
DNI 10.661.522