Carta de lectores publicado en www.lanacion.com.ar
Resulta espeluznantemente claro lo explicado por el señor Enrique Munilla en su carta del pasado viernes 31/5, cuando con todo rigor explica los ribetes escandalosos del fallo detectado por el doctor Jaime L. Smart, dictado en el marco de esa vengativa y sangrienta cacería en que se ha convertido la Justicia Federal respecto de los que “osaron” enfrentar a las organizaciones armadas en la década del 70.
Pero tan escalofriantes como ello y tan espeluznantes también resultan ser los fallos que desde hace más de tres lustros tienen “encadenado” al mentado doctor Smart, no obstante la abundante prueba que obra en los legajos que indican exactamente lo contrario de lo que se da arbitraria y mentirosamente por probado. Todas ellas son sentencias realmente escandalosas por lo escabrosas, y el doctor Smart tiene muchas más en examen. Es que dichos magistrados federales tristemente recurren a la moda cibernética del denominado “copia y pega”, “pariendo” de esa manera sentencias monstruosas de miles de páginas que prácticamente nada dicen respecto del caso concreto que se está juzgando, las que son prácticamente imposibles de recurrir dado que los tiempos procesales no alcanzan ni siquiera para leerlas y, desde luego, mucho menos para analizarlas y refutarlas.
Para colmo de nuestros males, hay quienes parecen convertirse en panegiristas de los jueces que sostienen cuestiones disfrazadas de derecho, pero que no resisten el análisis simple de la persona común a quien el derecho va dirigido. Esto resulta inadmisible, toda vez que es sabido sobradamente que el proceso criminal obedece al principio general de la menor resistencia en materia de interpretación. Vale decir que el lenguaje del derecho penal debe caracterizarse por darse a entender con el menor esfuerzo mental posible, pues debe ser entendido por todo aquel ciudadano de cultura media al cual va dirigido. De ello depende nada más y nada menos que nuestra libertad ambulatoria.
Por ello es que hoy es posible afirmar que nos encontramos maniatados y amordazados por una Justicia que, de hecho, no permite ni el más elemental de los derechos supuestamente cobijados al amparo de la Constitución nacional: me estoy refiriendo, nada más y nada menos, que al de defensa en juicio.
¡Que el buen Dios nos ampare!
Francisco García Santillán
DNI 10.661.522