Los diarios metropolitanos, en su edición del domingo (12 ene 2014) dan cuenta que el distrito suburbano de Avellaneda, vecino a la Capital Federal, se convirtió en los últimos doce días en un territorio hostil para el personal de la Gendarmería Nacional asignado para reforzar la seguridad en la zona. Si bien los medios no lo consignan, ahora la pregunta es si la muerte de dos efectivos en ese lapso es consecuencia de la ola creciente de criminalidad en la zona o bien una acción coordinada de amedrentamiento, fruto de sicarios del narcotráfico o bandas criminales que quieren desalentarlos o alejarlos del lugar.
El sábado (11 enero 2014) Julio César Solís se convirtió en el segundo integrante de esa fuerza federal de seguridad en ser asesinado en menos de dos semanas. El 30 de diciembre pasado un colega suyo murió por un balazo que le dispararon desde un monoblock en Dock Sud. Aparentemente el disparo fue hecho con un rifle de alta precisión con mira telescópica.
Citando fuentes policiales y judiciales, La Nación, por ejemplo, dice que a Solís, de 31 años, lo asesinaron cuando participaba de un control en uno de los ingresos de la villa El Sapito, situada en Suipacha al 1900, a pocos metros del cruce con el Camino General Belgrano.
Solís cubría a dos compañeros que custodiaban una sala de primeros auxilios móvil, instalada en el interior de la villa. Minutos después de las 4, cuando estaba por finalizar su guardia, el gendarme fue sorprendido por dos delincuentes en moto que, aparentemente, venían de asaltar a un automovilista que se había animado a circular por la zona y, sin mediar palabra, le dispararon un balazo en el pecho.