República Argentina: 10:29:48pm

Fallos escandalosos

Carta de lectores publicada en www.lanacion.aom.ar

Como una clara muestra de lo miserables que a veces podemos ser los seres humanos cuando nos traiciona la cobardía, en su carta del 19/7 el Dr. Enrique Munilla nos trae a nuestra memoria otros vergonzosos fallos que fueran oportunamente analizados por el Dr. Jaime L. Smart, víctima, precisamente, de esa miserabilidad de la que hablamos y que se ha enseñoreado de la “cabeza” de casi todos los jueces federales (y digo casi por ser generoso en la apreciación).

Así, nos relata cómo cuatro policías, arriesgando sus vidas, actuaron frente a una cueva del ERP que los recibió a balazos, episodio en el que se entrega, entre otros, quien había sido el responsable del secuestro y homicidio del empresario Oberdan Sallustro (ocurrido en abril de 1972). Más tarde, y como correspondía, los terroristas fueron condenados, a la vez que los policías fueron sobreseídos por el Dr. Guillermo Rivarola, ejemplo de juez valiente y honesto de los que ahora, y amargamente lo digo, ya no quedan. Prueba de esto último es que esos mismos integrantes de la fuerza policial, con sobreseimientos firmes confirmados por la Cámara, más de un cuarto de siglo después son bastardeados por el juez federal Daniel Rafecas, que los procesa y detiene por el mismo hecho por el cual habían sido sobreseídos hacía varias décadas. ¿Y los terroristas armados hasta los dientes?, ¿qué pasó con ellos? Pues se los indemnizó con más de un millón de dólares, Debieron transcurrir siete años más para que aquellos policías fueran absueltos por el Tribunal Oral Federal Nº 7 por hechos ocurridos 43 años atrás y por lo cuales ya habían sido sobreseídos. Un verdadero disparate. Vale decir que perdieron 7 años de sus vidas encerrados por el yerro (por decir lo menos) de un magistrado que jamás se interesó por ellos ni, por supuesto, les pidió perdón. Todo esto viene a cuento también por el superficial bullicio que se armó por el simple hecho de que unos legisladores se hayan interesado por la salud de sufrientes en cautiverio, muchos de ellos ancianos y al borde de la muerte. Pero, claro, contrariamente a ello, nadie se alborota frente a la actitud de los jueces que no tienen lo que hay que tener para realizar ellos mismos esas visitas a las mazmorras y ver con sus propios ojos el cruel resultado de sus escabrosos fallos, que ya se han llevado cerca de un millar de vidas. Es que son tantos los fallos escandalosamente inicuos que se van amontonando que seguramente si alguien tuviera la colosal voluntad de hacer alguna recopilación, podría llegar a juntar cientos de tomos. Aunque hay que reconocer que probablemente se transformaría en un laboriosísimo trabajo en vano, dado que muy pocos lo leerían y, sin ninguna duda, menos aún los propios jueces que no leyeron siquiera las sentencias que suscribieron ellos mismos, pues, de haberlas leído, tengo la inocente esperanza de que se habrían negado a firmarlas. Todo ello es de una gravedad inconmensurable, dado que su natural consecuencia es la privación de la libertad y la muerte de gente inocente. Por ello es que también le asiste razón a la Dra. María Laura Olea cuando, en su carta del 22/7, nos recuerda aquella canción del “Reino del revés”, que, quizás, en su adaptación a estos tiempos, debería decir: “… Me dijeron que en el reino del revés, nada el perro y nada el juez”. Sí, pero nada de nada, porque esos escalofriantes fallos desde el punto de vista jurídico no son más que una verdadera e impúdica nadería.

Francisco García Santillán


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