República Argentina: 1:23:02pm

El pasado 28 de enero se cumplieron 47 años del trágico atentado terrorista contra la comisaría de Tres de Febrero 2ª. Ciudadela, Bs. As., llevado a cabo el 28 de enero de 1977 a las 19:20. En esa oportunidad yo cumplía la finalización de mi servicio como Ayudante de Guardia y, próximo a mi relevo, vi ingresar a Juana Silvia Charur, vecina e hija del presidente de la Asociación Cooperadora de nuestra Comisaría.

Basándose en esa confianza familiar con la que se la trataba por ser colaboradora e hija de nuestro amigo contribuyente, Juana Charur logró esquivar la vigilancia de los dos policías que estaban en la puerta de acceso y, sin que se le revisaran los tres bolsos de cuerina marrón que colgaban de sus brazos, pidió entrevistar al jefe de la dependencia. Su argumento fue agradecer la asistencia prestada por nuestro médico policial -el Dr. Rossi- ante una emergencia médica que el día anterior había sufrido su padre mientras estaba en su domicilio.

Nadie sospechó de su artero plan porque desconocíamos que militaba en una organización guerrillera del ERP avalada por Montoneros. Sus cómplices debieron haberla usado para que, aprovechando la familiaridad con la que se la trataba en la seccional, pudiera cometer un atentado de magnitud para conseguir el ascenso al «grado de combatiente».

De este modo pudo ingresar a la dependencia con sus tres bolsos que, luego habríamos de saber, contenían ocho kg de explosivos de alto poder. Al ser atendida por el comisario, dejó los bolsos sobre la mesita ratona de su despacho y la vi salir presurosa, por lo que al preguntarle qué le pasaba, justificó haberse olvidado los cigarrillos en el negocio de su padre que quedaba a la vuelta de la comisaría y que enseguida regresaría.

Hasta ese momento nada había hecho suponer que instantes después, habría de volar el edificio de la comisaría y los edificios colindantes, causando las muertes del comisario Carlos Alberto Benítez, el subcomisario Ricardo Lorenzo Bonnani y el agente César Landaida, en tanto los demás policías y vecinos civiles que sobrevivimos, fuimos rescatados de entre los escombros con nuestras ropas desgarradas, diferentes grados de fracturas y lesiones sangrantes.

La llegada de nuestros compañeros de la guardia entrante, junto a los bomberos, las ambulancias y algunos otros vecinos, ayudaron a que los heridos fuéramos atendidos y derivados al hospital Ramón Carrillo de Ciudadela, en tanto el edificio de la comisaría como las casas vecinas quedaron derruidas.

HOMENAJES

Desde entonces, cada 28 de enero a las 19:20, rindo homenaje a los muertos y heridos policiales y civiles de aquel día.

En sus nombres, reclamo que seamos también considerados por los mismos organismos de derechos humanos que avalan y reconocen las consignas de “Memoria, Verdad, Justicia y Resarcimiento”. No sería más que lo mismo que reciben aquellos a quienes, además, con el pretexto de un romanticismo revolucionario, con el pretexto de ser considerados «jóvenes idealistas», jamás se los inculpó por los actos criminales que perpetraron desde períodos de gobierno democrático.

Considero que en aquellos años se cometieron muchos errores fatales, si bien los poderes de la democracia pretendieron restaurar la justicia, estos no fueron de igual consideración para ambos bandos. Fuimos muchos los miembros de las FF. AA. y FF. SS. que actuamos con vocación de servicio dentro del marco legal que rigen los códigos de procedimientos, sin que por ello se nos deba considerar responsables a la par de quienes sí los pudieron haber transgredidos.

Estas son las injusticias que me rebelan y las que pretendo poner de manifiesto en esta nota. Yo, como testigo presencial, insisto en contar los hechos tal como sucedieron, sin permitir que la mentira política que se ha instalado como un credo fundamentalista sirva a muchos para seguir usufructuando un papel de víctima. Un papel que representan, no solo para obtener un provecho económico, sino también para evitar ser juzgados, para no aparecer ante la opinión pública como los dogmáticos victimarios que fueron, y los verdaderos devastadores de una sociedad indefensa. Un papel que ciertos dirigentes, con prepotencia autocrática, supieron utilizar para conseguir espurios réditos políticos.

Por Eduardo Jorge Arcuri

Publicado en www.laprensa.com.ar


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