República Argentina: 1:26:13am

Disconforme con los gastos que implicaba la organización del máximo torneo de fútbol en 1978, un artefacto detonó en la vivienda del entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann, en el momento en que la selección argentina convertía el cuarto gol a Perú, en el famoso 6-0; al año siguiente, el funcionario salió ileso de otro ataque a balazos.

La noche del miércoles 21 de junio de 1978 un estallido de júbilo, con epicentro en Rosario, celebró la clasificación de la selección argentina a la final del Mundial 78. El pasaporte se logró con el aplastante triunfo por 6-0 contra Perú, a quien había que vencer por cuatro goles de diferencia. Cuando Leopoldo Jacinto Luque convirtió el cuarto gol en el estadio de Rosario Central, minutos después de las 20.20, una explosión de otra magnitud conmovió a los vecinos del barrio porteño de Belgrano. Una bomba de alto poder explosivo estalló en la casa de Amenábar 1024, donde vivía el entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann, y causó heridas a su esposa en el cuero cabelludo. La ventana de la planta baja voló por completo y el living quedó destrozado.

Alemann, colaborador directo del ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, había cuestionado los cuantiosos gastos de la organización del Mundial, que estimaba en más de 700 millones de dólares. Los fondos eran manejados prácticamente sin control por el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), cuyo hombre fuerte era el entonces capitán de navío Carlos Alberto Lacoste –luego ascendido a contralmirante- y que solo rendía cuentas al jefe de la Armada, almirante Emilio Eduardo Massera.

Un año y medio después de la bomba que explotó en su casa, el 8 de noviembre de 1979, Alemann salvó milagrosamente su vida cuando el automóvil en el que viajaba con su chofer y un custodio policial fue emboscado por una camioneta Chevrolet que se le cruzó y de allí partió una ráfaga de disparos, a pocas cuadras de su casa, en la calle Zabala, a metros de la avenida Cabildo. Los detalles e interpretaciones de ambos atentados están consignados en el libro “Montoneros: soldados de Massera”, del periodista Carlos Manfroni, quien encuadra ambos ataques en el contexto de la Contraofensiva de los Montoneros y el presunto acercamiento de los jefes guerrilleros con la cabeza principal de la Armada.

Autor de varias investigaciones sobre los hechos de los 70, Manfroni es autor de “Los otros muertos”, que escribió en coautoría con Victoria Villarruel, compañera de fórmula de Javier Milei y flamante vicepresidenta electa. Allí describe los ataques de organizaciones guerrilleras a víctimas civiles.

“¿Quién, que no supiera que la Argentina iba a hacer cuatro goles, tendría una bomba preparada para hacerla estallar en mi casa en ese momento?”, le dijo en 2010 Alemann al periodista Manfroni para su libro “Montoneros: soldados de Massera”, sembrando un manto de sospecha sobre la transparencia del Mundial 78, dudas que el tiempo y el mundo del fútbol nunca terminaron de aclarar en forma convincente.

Cuatro años después del Mundial ganado por la Argentina, una investigación publicada por el periodista Ezequiel Fernández Moores puso al descubierto los fondos excesivos que manejaba el EAM 78, al comparar los gastos que había demandado la organización del acontecimiento deportivo –entre 700 millones y 800 millones de dólares- con el costo del Mundial siguiente, realizado en España y estimado en 150 millones de dólares. En el caso argentino, los desembolsos incluían la construcción de estadios, refacciones en los aeropuertos y la puesta a punto de ATC para las transmisiones de TV en color para el exterior, se indica en el libro de Manfroni, publicado en 2012.

Estimaciones de esa época indicaban que el monto de 700 millones de dólares representaba el 20% de las reservas externas de libre disponibilidad de ese momento.

Las diferencias de Alemann con muchas de las obras que se llevaban adelante para el Mundial no eran un secreto. En cartas publicadas en LA NACION sostenía que muchas de las obras emprendidas constituían “el caso más visible e indefendible de inversión pública no prioritaria”. Y, en el caso de ATC, argumentaba: “El lugar elegido –avenida Figueroa Alcorta y Tagle- es inadecuado porque el ruido de los aviones ha obligado a un costo adicional en la aislación acústica de los estudios”.

Mientras la selección argentina le ganaba a Perú por 6-0 en Rosario, en Buenos Aires estallaba una bomba en el domicilio del secretario de Hacienda, Juan Alemann, que había cuestionado los gastos excesivos en la organización del torneo

Mientras la selección argentina le ganaba a Perú por 6-0 en Rosario, en Buenos Aires estallaba una bomba en el domicilio del secretario de Hacienda, Juan Alemann, que había cuestionado los gastos excesivos en la organización del torneo

El ataque a tiros

En el libro de Manfroni, el doctor Alemann ofrece detalles del segundo atentado, en el que intentaron acribillarlo a pocas cuadras de su casa. Declara que sobre la vereda, del lado derecho había una persona apostada con una ametralladora, apoyada sobre un trípode. “El chofer de un taxi que iba delante de nuestro auto lo vio, clavó el freno y se tiró al piso. Gracias a eso mi chofer tuvo que parar en seco y quedamos a mayor distancia del tirador; eso me salvó la vida”, relató el entonces secretario de Estado, que hoy tiene 95 años.

Alemann pudo ver que le dispararon con una Enarga, un proyectil de unos 10 centímetros de diámetro y 20 de largo, con punta de magnesio y que al explotar produce una temperatura de 1000 grados. A eso siguió una ráfaga de cien disparos de FAL desde la camioneta, ante lo que atino a arrojarse al piso. El policía de custodia recibió dos tiros, uno le sacó varios dientes y el otro le atravesó el hombro, pero todos se salvaron. “La gente se tiraba al suelo, una señora se desmayó y un señor salió corriendo para alejarse. Parecía que era uno de los guerrilleros que se escapaba, pero era una persona que tenía miedo de lo que había ocurrido”, relató un testigo entrevistado por la televisión. A muy pocos metros se encontraba la puerta del Colegio de la Misericordia y en el momento del ataque ya no había chicos en la puerta, ni en la vereda.

Algunos vehículos que circulaban por la misma calle, e incluso otros que estaban estacionados, terminaron con impactos de bala y cristales rotos, como testimonio del violento ataque.

La organización Montoneros se atribuyó el atentado en un comunicado que llevaba la firma de Raúl Clemente Yaguer.

Luchas de poder

Manfroni relata en “Montoneros: soldados de Massera” que el manejo del EAM 78 no escapaba a la fuerte puja interna que existía dentro de la Junta Militar entre el Ejército y la Armada. La presidencia del organismo estaba en manos del general Carlos Omar Actis. a quien las fuentes castrenses definían como una persona austera, que había jugado al fútbol en las inferiores de River Plate, dirigido por Renato Cesarini. Había sido administrador general de YPF en el gobierno de Alejandro Agustín Lanusse y vivía en Haedo.

Formado en el arma de Ingenieros y egresado del Colegio Militar con el mejor promedio de su promoción, el Ejército le había encomendado que dirigiera la construcción de un complejo habitacional para los militares en la localidad de Wilde. Nombrado al frente del EAM 78, eran notorias sus divergencias con Lacoste, coincidían en esa época los medios periodísticos.

 

El 19 de agosto de 1976, cuando Actis regresaba de una inspección a las obras del complejo edilicio de Wilde, le dispararon desde una camioneta y el militar murió acribillado. Lo reemplazó el general Antonio Merlo, pero Lacoste, aliado de Massera, se mantuvo como el hombre fuerte en la organización del Mundial, apunta Manfroni en su libro.

Mariano De Vedia

Publicado en www.lanacion.com.ar


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