Los grandes olvidados de la historia argentina reciente son las víctimas de las bandas guerrilleras que actuaron en la sangrienta década de 1970. Por eso, todo intento por evocarlas y sacarlas del ostracismo merece ser bienvenido y alentado.
Eso mismo es lo que se propuso Héctor Guillermo Sottovía en Argentina no me olvides. Munido de unos pocos contactos iniciales procuró rastrear a familiares de los muertos de aquellos años, además de algunos sobrevivientes, para ofrecerles un espacio donde contar sus experiencias y animarse a restañar viejas heridas por medio de la palabra.
El autor hace de guía a través de los testimonios, que transcribe en cursiva y en estilo directo. Cada tanto suma su propia voz, sin robar protagonismo, ni siquiera en el capítulo en el que refiere sus recuerdos personales como hijo de militar que vivió aquel período turbulento siendo niño.
Los entrevistados fueron bien elegidos y constituyen una muestra elocuente de lo que significó aquel tiempo de odios armados. María Fernanda Viola, la hija sobreviviente del atroz atentado del ERP que en diciembre de 1974 se llevó la vida de su padre, el capitán Humberto Viola, y de su hermanita de 3 años y medio, María Cristina Viola; María Victoria Paz, hija del ingeniero José María Paz, asesinado por Montoneros en agosto de 1974; Mariel Fernández Sigüenza, hija de Paulino Fernández, agente de la Policía Federal asesinado en Tucumán en marzo de 1975 (lo mataron de 14 balazos); Ana Piedrabuena, viuda del policía santafesino Jesús Ernesto Olivera, muerto al tratar de desactivar una bomba montonera en febrero de 1977; María Silvina Grassi, hija del coronel Jorge Oscar Grassi, asesinado por el ERP en septiembre de 1974; y Graciela Saraspe, cuyo padre también fue asesinado en septiembre de 1974 (lo acribillaron con un fusil FAL) en una cruel venganza dispuesta por el ERP.
Junto a ellas dejan su testimonio tres sobrevivientes: un soldado conscripto que rechazó el fallido intento de copamiento por el ERP de la guarnición Azul, en enero de 1974; el gendarme Eduardo Gamboa, herido en el ataque de Montoneros contra un avión Hércules que despegaba del aeropuerto de Tucumán en agosto de 1975 (la acción provocó en total ocho muertos), y Rogelio Mazacote, valiente soldado que repelió la irrupción montonera en el Regimiento 29 de Formosa, en octubre de 1975. A ellos se agrega una entrevista a Luis Labraña, ex guerrillero que hace años rompió con su pasado militante, confraternizó con sus ex enemigos militares y se acerco a las víctimas causadas por los grupos subversivos.
Como bien apunta el autor, un dato común en la mayoría de los relatos es la persistencia del dolor originado hace casi cinco décadas. Las terribles historias que se visitan en estas páginas siguen siendo desconocidas para la mayor parte de la población, y son marginadas del grueso de las investigaciones dedicadas a aquella época.
El lamento del soldado Mazacote lo expresa con toda crudeza: “Sigo reclamando, éramos soldados, solo soldados, siento que nos dejaron solos, muchos de nosotros no cobramos nada, nadie nos conoce, solo el Ejército nos reconoce. Siento que el Estado estuvo siempre ciego, sordo y mudo, por supuesto a medias, porque los del bando contrario tuvieron mucha más suerte que nosotros”.
Por Jorge Martinez
Publicado en La Prensa