POR MARIANGEL MÁRQUEZ publicado en www.laprensa.com.ar
Cada año, el 24 de marzo se presenta como una jornada de “memoria, verdad y justicia”. Sin embargo, lejos de ser una fecha de reflexión histórica integral, se ha convertido en un símbolo de manipulación ideológica, donde el relato hegemónico impone una versión mutilada del pasado argentino. Bajo el pretexto de homenajear a las víctimas de la última dictadura militar, se oculta deliberadamente el papel clave que tuvo el terrorismo guerrillero en el colapso institucional que desembocó en el golpe del 76.
DOBLE VARA
Quienes hoy se erigen como adalides de los derechos humanos fueron, en su momento, cómplices silenciosos -o incluso justificadores- del accionar criminal de los grupos armados como Montoneros y el ERP. Años antes del golpe militar, Argentina ya estaba sumida en una ola de violencia sistemática. Guerrilleros adoctrinados, con financiamiento externo y formación de estilo comunista, perpetraban secuestros, asesinatos, atentados con explosivos y extorsiones a plena luz del día. Su objetivo no era la democracia: era la instauración de una dictadura socialista revolucionaria, al estilo cubano.
GENESIS DEL CAOS
Desde principios de los años 70, Argentina vivió una guerra interna encubierta. El relato actual borra de un plumazo las más de 17.000 víctimas del terrorismo subversivo -entre muertos, heridos y secuestrados- y pretende instalar la idea de que todo comenzó el 24 de marzo. Nada más lejos de la verdad. Las bandas armadas sembraron el terror años antes, mientras el Estado democrático era vulnerado desde adentro. La Triple A, el accionar paramilitar del peronismo ortodoxo, fue también producto del desgobierno y del caos previo, con Isabel Perón completamente sobrepasada, y un país al borde del abismo económico y social.
MARTIRES DE PAPEL
Hoy se presentan como "jóvenes idealistas" a quienes, en realidad, impusieron el miedo y la muerte como doctrina. Se pretende romantizar a los autores de atentados como el del comedor de la Policía Federal en 1976, donde murieron 23 personas, o la masacre en Formosa, donde guerrilleros asesinaron a soldados conscriptos. La exaltación de estos criminales como mártires ha sido una jugada cultural muy eficaz, que logró instalar una historia parcial, omitiendo que fueron ellos quienes desataron el conflicto.
CIFRA INFLADA
Uno de los pilares del relato oficialista es la repetida cifra de “30.000 desaparecidos”. No se trata solo de una falta de rigor histórico: se trata de una estrategia propagandística. Incluso el ex Montonero Luis Labraña admitió públicamente que esa cifra fue inventada para obtener respaldo internacional. Los propios registros oficiales del Estado y las listas de organismos reconocidos indican alrededor de 8.000 desaparecidos identificados. ¿Qué valor tiene la memoria si se construye sobre una mentira numérica? ¿Qué clase de justicia puede nacer de una falsificación histórica?
MEMORIA INCOMPLETA
Las víctimas del terrorismo guerrillero han sido sistemáticamente excluidas del discurso institucional. No figuran en los actos oficiales, no tienen monumentos, ni días de homenaje. No hay reparación para sus familias ni reconocimiento público. ¿Acaso su dolor vale menos? La memoria, para ser memoria auténtica, debe abarcar a todas las víctimas por igual. Si se calla a los que murieron por las balas de los Montoneros y el ERP, no hay justicia: hay adoctrinamiento.
COLONIZACION EDUCATIVA
Una de las estrategias más eficaces del relato parcial ha sido la penetración en el sistema educativo. Desde niveles iniciales se inculca una historia recortada, donde los niños aprenden que la violencia comenzó con los militares y que los guerrilleros fueron héroes románticos. Padres, estén atentos: esto no es formación, es colonización ideológica. Se ha instalado una narrativa oficial sin matices, que omite el contexto y convierte a los criminales en víctimas. Es responsabilidad de cada familia rescatar el pensamiento crítico y evitar que las nuevas generaciones crezcan repitiendo consignas sin entender la historia completa.
RECONSTRUCCION HONESTA
La historia no puede seguir siendo utilizada como herramienta política para mantener privilegios y manipular conciencias. Argentina necesita una reconstrucción honesta de su pasado, que reconozca todas las responsabilidades y no silencie a miles de víctimas por no ser funcionales al relato de turno. No hubo santos ni demonios absolutos. Hubo una guerra interna, con actores violentos en ambos bandos. Sólo reconociendo esa verdad podremos avanzar hacia una memoria verdaderamente justa.