República Argentina: 2:43:48pm

Carta de lectores publicado en www.lanacion.com.ar

Se acercan las Fiestas y serán las número 17 que pasamos con mi marido preso. Combatió a la guerrilla en los 70 con 24 años siendo teniente del Ejército Argentino y fue juzgado por “lesa”, obteniendo como premio tres condenas a cadena perpetua. Mi vida no ha sido fácil: en 2000 me echaron de una universidad privada porque fue detenido en Italia por las razones mencionadas.

En el mismo año, y por ese motivo, me echaron de un hospital público de CABA (soy profesional) de un cargo ganado por concurso de antecedentes y oposición. En 2013 mi esposo se escapó de la cárcel donde lo tenían como prisionero y eso me costó que me jubilaran en otro hospital (aprendió en el Colegio Militar que si un soldado es tomado por el enemigo, debía huir…). Este año mi hijo sacerdote prestó un recinto para que se reúnan unos diputados de un partido político para conversar acerca de los prisioneros de guerra y la Iglesia Católica lo echó de una diócesis. Ahora es un exiliado religioso. Yo lo podré visitar donde esté; no así mi marido, que tiene pulsera electrónica.

Soy creyente y amo a Dios y a mi patria. Pero pregunto: ¿por eso debo sufrir tanto? ¿A nadie le importan tanto dolor e injusticia? ¿Existe la justicia en este país para los uniformados y sus familias o solo para la élite de la clase política? ¿Hasta cuándo viviremos esta persecución y oprobio siendo rechazados, en muchos casos por parte de la sociedad? ¿A alguien le importamos? La Argentina fue salvada de ser Venezuela, ¿eso lo tienen claro el pueblo y los jueces?

Estamos transitando los últimos años de vida. Tenemos tres nietos: mi marido no los conoció al nacer, por estar preso. Viven en otra provincia. Si ellos no vienen, él no puede visitarlos.

Reclamo con dolor e impotencia que alguien tenga en cuenta estas aberraciones jurídicas que se están cometiendo desde 2004 y que se terminen.

Marta Ravasi

DNI 6.379.779


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