República Argentina: 6:44:04pm

Por Patricio Trejo[1] Publicado en www.pucara.org

La reciente exposición del Teniente General retirado Martin Paleo en la Comisión de Defensa del Congreso Nacional en Argentina, sobre un proyecto de ley que posibilite la intervención directa de las Fuerzas Armadas en acciones de seguridad interior, desnudó una realidad derivada de la intervención militar en la década del 70, y remarcó que serán nuevamente los tenientes y cabos, fieles ejecutores, los que tendrán que rendir cuentas y desfilar por tribunales, como ha sucedido hasta ahora; sin embargo, ningún político debió dar explicaciones por el decreto S 261/75, que refería expresamente al aniquilamiento de la subversión.

Las Fuerzas Armadas son la última ratio de la Nación para asegurar su supervivencia, sin embargo, en la Argentina, la lejana percepción de una guerra relega su importancia y la sujeta a la coyuntura política, sin percibir el costo de no estar preparados y, lo que es peor aún, el capital humano desperdiciado.

En primer lugar, debemos saber que la competencia, el conflicto y la guerra es un fenómeno social intrínseco al ser humano y por lo tanto vital en nuestro desarrollo colectivo.

El hombre es un ser social por naturaleza, alcanza la felicidad interactuando con otros de su especie, se relaciona para procrear, formar una familia, conformar clanes, tribus, ciudades y finalmente naciones. Indefectiblemente, en dichas relaciones humanas surge la competencia y la colaboración.

Colaboración o cooperación que desde el punto de vista científico es un estado evolucionado del primitivo instinto de supervivencia, que hoy lo definimos como amor y es lo que mantenía a los seres humanos unidos y heroicos ante las amenazas y facilitaba la continuación de la especie mediante la reproducción al formar una familia y, posteriormente, el amor a la patria al conformar una nación.

De la competencia surge el conflicto, que es una disputa entre hombres cuya magnitud está dada por la dimensión de las sociedades en pugna, la guerra es el máximo nivel de violencia que se puede dar en un conflicto.

En tal sentido, como señalaba Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, es un estadio más en las relaciones humanas.

El hombre compite permanentemente por el poder, con los de su tribu, con los de su nación y con los de otras naciones, quiere ser el artífice, el Creador de su propio destino, esto colisiona y nos muestra la intrínseca soberbia del ser humano, que se manifiesta desde su creación, si entendemos el conflicto generado entre Adán y Eva con Dios, disputa esencial del hombre con el Creador, el Hacedor, en definitiva el Poder, Dios es Poder, este relato Bíblico, no es más que una descripción etimológica y sociológica de la naturaleza humana.

Con esta breve introducción sobre el hombre y su relación fundamental con el poder, abordaremos esta nueva dimensión de amenazas al Estado-Nación.

En la actualidad, existen tantas definiciones de conflicto, como pesadores hay, cada uno de acuerdo con su análisis, describe escenarios más o menos complejos.

En tal sentido, hace treinta años William Lind nos presentaba una perspectiva diferente sobre la guerra, nos hablaba de los conflictos de baja intensidad donde existe un bando no estatal, y la definió como: Guerra de Cuarta Generación.

En este tipo de conflictos, el terrorismo usado por el bando no estatal como método, parece diluir el poder militar clásico, entonces es inapropiado enfrentar una célula terrorista con una fuerza naval de portaaviones, o desplegar un ejército de ocupación para controlar una extensa zona de terreno por un tiempo determinado, con la sola intención de neutralizar células terroristas, o peor aun cuando se quiere afectar el comando y control de una red en donde no existe tal concepción de conducción centralizada.

En las Guerras de Cuarta Generación descritas por Lind, parece desdibujarse el factor militar, ante la disminución o ausencia de enfrentamientos convencionales y las múltiples tareas no combativas que deben realizar las fuerzas empeñadas.

En ese mismo sentido se expresa Van Creveld, al hablar de una trasformación de los conflictos, donde a través de un profundo análisis concluye que las guerras convencionales irán perdiendo preponderancia.

A partir de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, otros pensadores, como Frank Hoffman y James Mattis, difundieron el concepto de Guerra Híbrida, que va más allá del tipo de conflicto descripto hasta entonces; se trata de una fusión de soldados con y sin uniforme, paramilitares, terroristas, hackers, narcotraficantes, insurgencia urbana, operadores de prensa, con fusiles, explosivos caseros o desarrollos biológicos.

Es una combinación de medios e instrumentos, de lo previsible y lo imprevisible, en donde no hay fronteras entre lo legal y lo ilegal, entre la violencia y la no violencia, no hay una distinción real entre la guerra y la paz. Lo importante aquí, no es ganar la batalla sobre el terreno, sino provocar la sumisión del otro bando, principalmente por presión de la opinión pública.

China también percibió los cambios en los conflictos actuales y fueron los coroneles de la fuerza aérea Wang Xiangsui y Qiao Liang quienes estudiaron el fenómeno y lo denominaron Guerra Irrestricta.

Sobre la base de estas conceptualizaciones de la guerra, podemos observar que existe una definición de guerrilla que hace referencia a una guerra menor en contraposición a una guerra mayor, o una guerra no convencional porque existe otra que sí lo es; también, si hay una guerra irrestricta, nos hace ver que hay otra que debe ser con restricciones y si hay una guerra híbrida, debe ser que hay una pura.

En definitiva, lo que podemos ver en un análisis holístico es que a través de la historia hubo dos formas de hacer la guerra; por un lado, está la guerra convencional, que se desarrolla en forma consensuada y con parámetros establecidos, que se ajusta a convenciones que regulan los medios y consideran a los contendientes con derechos inherentes a su condición humana.

La otra forma de hacer la guerra no se ajusta a esos parámetros y sólo considera los fines de la guerra, para lo cual tiene en cuenta cualquier medio que le permita obtener sus objetivos; en esta forma de hacer la guerra se engloban las actuales definiciones de guerra irrestricta, civil molecular, híbrida, etc, en definitiva, las podríamos llamar no convencionales.

En la actualidad, a partir de la conceptualización de la teoría general de sistemas ideada por Ludwig Von Bertalanffy y la teoría del pensamiento complejo definida por Edgar Morín, los conflictos tienden a ser abordados desde esta perspectiva.

Sin embargo, Clausewitz en su introducción en el Libro Primero sobre la naturaleza de la Guerra, ya hacía referencia a estas formas de estudiar los conflictos y señala: “Pero en esta cuestión; más que en otra alguna, es necesario comenzar por referirse a la naturaleza del todo, ya que en esto la parte y el todo deben siempre ser consideradas simultáneamente”.

En tal sentido, y sobre todo a partir de esta nueva dimensión de amenazas, solo se puede entender su complejidad como una extensa red con nodos y vínculos que relacionan los más diversos y distantes sistemas militares y no militares, que configura un entramado difícil de analizar por partes o niveles aislados sino se tiene conciencia del funcionamiento como un todo.

La nueva dimensión del conflicto nos muestra un mayor protagonismo de los otros factores de poder (Político-Económico-Psicosocial-Tecnológico), que surgen como herramientas efectivas para lograr imponer una situación favorable donde la conquista del terreno y la destrucción de fuerzas militares ya no es objetivo prioritario, ahora surgen nuevas herramientas en la lucha por el poder, es el caso de los ataques cibernéticos como el sufrido por Estonia en 2007, que paralizó las instituciones gubernamentales y comerciales; las migraciones provocadas, como las que se dan en la Península de Anatolia y el Estrecho del Bósforo, usada como un arma política por Turquía en su disputa con la Unión Europea; sin ir más lejos la pandemia de coronavirus, que afectó al planeta, nos enrostró el poder de las naciones que poseen  biotecnología. Asimismo, el comercio es, sin duda, la forma más antigua y a la vez actual de enfrentamiento; también, el control de la información digital puede influir en forma determinante en la percepción y voluntad de las personas más allá del país al que pertenezcan, a esto se refieren los coroneles chinos Wang Xiangsui y Qiao Liang cuando hablan de una Guerra Irrestricta. Estas nuevas formas de conflicto producirían mayor sufrimiento y sometimiento en las poblaciones civiles que el propio instrumento militar.

En la actualidad, la guerra en Ucrania y el conflicto en la Franja de Gaza muestran la diversidad de enfrentamientos que deben contemplar las Fuerzas Armadas en su adiestramiento.

Sin embargo, después de 30 años de implementado el servicio militar profesional en la Argentina no se ha logrado establecer un estándar de instrucción debido a la falta de recursos, única constante en la política presupuestaria de los últimos 40 años, esto muestra el real interés de la política en los asuntos militares.

El plexo normativo actual de la República Argentina se enfoca en el pasado y no contempla las nuevas amenazas, ensimismándose en discusiones partidarias de política doméstica, no logra ver el horizonte y menos aún la cordillera que se nos avecina. Más allá de las modificaciones impulsadas en el actual proyecto de ley, que ciertamente no cubre todo el espectro de los posibles conflictos futuros, es necesaria también una ley de Reservas y Movilización acorde al Siglo XXI y a su vez un sólido aparato de inteligencia que sea capaz de anticipar las acciones terroristas y solo reaccionar ante ellas.

Cada vez con mayor fuerza los organismos de defensa del Estado deberán abordar esta problemática, teniendo en cuenta el empleo sistemático también de estas nuevas herramientas no militares para integrarse coherentemente y contribuir a lograr el estado final deseado, en un eventual conflicto; los hackers, financistas, operadores de prensa, militares y no militares, el sistema de salud y de contingencia, la industria estratégica nacional, la investigación y los desarrollos tecnológicos serán fundamentales para la supervivencia como Nación. El Conflicto, hoy más que nunca, está adquiriendo la dimensión política que le diera Clausewitz hace 200 años.

[1] Patricio Trejo, Magister en Historia Militar, autor de libros y de numerosos artículos sobre temas militares. Docente, escritor e historiador. Miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.

 

 


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