República Argentina: 2:37:00pm

Publicado en www.lanacion.com.ar

Ceferino Reato repasa detalles de la vida clandestina y revolucionaria del autor de “Operación Masacre”, señalado por propios y enemigos como el autor intelectual del ataques a la Superintendencia de Seguridad Federal

Hoy, sábado 6 de julio, desde las 11 de la mañana, se realiza por tercer año consecutivo una manifestación en la estación del subte E “Rodolfo Walsh”. “Marchamos desde avenida Entre Ríos y avenida San Juan hasta la calle Moreno 1417, pidiendo justicia por las víctimas del terrorismo y exigiendo el cambio de nombre de la Estación “Rodolfo Walsh”, convoca la Asociación Civil Justicia y Concordia. Sostienen que Walsh es el ideólogo del atentado más sangriento de las agrupaciones guerrilleras argentinas. La protesta se da en marco del cumplimiento de los 48 años del atentado al comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal que dejó un saldo de 23 muertos y 110 heridos.

La marcha del año pasado también partió del cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos

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Abogados por la Justicia y la Concordia

El autor material del fatídico ataque fue José María “Pepe” Salgado, un joven militante de Montoneros que trasladó y colocó la bomba. Pero el autor intelectual fue Rodolfo Walsh, quien, en el aparato de inteligencia de montoneros, era conocido como “Esteban”.

El recorrido del periodista y escritor en los callejones de la clandestinidad fue relatado por diversas fuentes. En 2022, Ceferino Reato reunió muchos de esos testimonios en su libro, ‘Masacre en el comedor’. Reato repasa la historia previa al atentado y cuenta cómo fue la participación de Walsh en la gestación del ataque. En una entrevista con LA NACION, narra los principales hitos de la carrera del autor de Operación Masacre en la organización Montoneros y, en particular, cuál fue su “aporte” puntual al ataque terrorista del 2 de julio de 1976.

-Ceferino, ¿cómo se conocieron Walsh y “Pepe” Salgado?

-El encuentro ocurrió en el segundo trimestre de 1974, luego de una charla de Walsh organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería. Salgado era estudiante de Ingeniería Electrónica. En Inteligencia había varios que provenían de Ingeniería y de Ciencias Exactas; eran lugares que Walsh, alias “Esteban”, frecuentaba, entiendo que para reclutar posibles colaboradores, según me explicó una fuente. Salgado sentía admiración por él. Como casi todos los jóvenes militantes, había quedado fascinado por Operación Masacre, el libro más conocido de Walsh.

-Y se generó un vínculo entre ambos.

-Esteban y Pepe tenían varios puntos en común. Uno de ellos era el gusto por el uso de los aparatos electrónicos para captar y grabar comunicaciones telefónicas. Walsh estaba al día con toda la tecnología que pudiera servir para la contrainteligencia. Era un minucioso investigador en esa área y en muchas ocasiones mandaba a comprar artilugios al exterior, que luego servirían para hacer escuchas.

-¿Cuándo se produce el ingreso de Rodolfo Walsh a Montoneros? ¿Fue su primera experiencia en guerrilla?

-Ingresó en abril de 1973. Llegó desde las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) junto a otros integrantes de un grupo que ya se había especializado en tareas de Inteligencia e Información.

-¿Cuáles fueron sus aportes inmediatos?

-Walsh y su grupo llegaron a Montoneros bien adiestrados en las escuchas de la red radioeléctrica de la Policía Federal.

-¿Cómo llegaron a poder escucharlas?

-Las descubrieron de casualidad. Hay distintas versiones acerca de cómo lo hicieron. Michael McCaughan, un autor irlandés que escribió un libro sobre él, dijo que en una noche en la que Walsh miraba una serie en el departamento de la calle Tucumán, en el microcentro porteño, que alquilaba con su pareja y compañera de sus últimos años, Lilia Ferreyra, el viejo televisor que tenían empezó a fallar y apareció una voz desconocida: estaban captando las frecuencias de radio de la policía. Walsh empezó a aplicar sus habilidades para descifrar códigos y le pidió a un pequeño grupo de amigos que lo ayudara a registrar todas las actividades policiales. “Rodolfo consiguió radios viejas. El departamento se llenó de aparatos y cables. En verano era insoportable, todo cerrado. Me iba a la calle para tomar aire”, contó Lilia Ferreyra a la periodista Gabriela Esquivada en el libro Noticias de los Montoneros.

Según Reato, “hacía ya tiempo que Walsh había dejado atrás su etapa de mero ‘intelectual comprometido’ con la revolución socialista, en la cual intentan congelarlo la mayoría de las numerosas biografías escritas sobre él, que cancelan o disimulan su activa participación en varias de las operaciones más relevantes decididas por la cúpula de Montoneros. Toda su intensa actividad apuntaba a tres objetivos: reunir información que podía ser útil en la lucha guerrillera, difundirla de una manera selectiva para eludir la censura de prensa e influir en la opinión pública, y confundir al enemigo”.

Por ejemplo, con la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), cuya sigla ya buscaba confundir a los militares acerca de quiénes estaban detrás de esa agencia de noticias tan particular que, con un lenguaje periodístico neutro sobrio y preciso, difundía cables durante la dictadura con información de primera mano sobre temas picantes, como las peleas internas entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica. “Otra de sus criaturas, Cadena Informativa, fue realizada solo por él, a partir de diciembre de 1976, cuando se le ocurrió escribir informaciones cortas y militantes para denunciar la dictadura. Pensaba que una de las formas de combatir el temor paralizante era involucrar a muchos en la circulación de esas noticias, sin reuniones riesgosas, lejos de los lugares públicos. ‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando’, fue la pieza de marketing revolucionario que acompañaba esos textos.

-Tenía diversas responsabilidades.

-Según me contó un ex guerrillero que colaboró con Walsh, él no era el jefe, pero era el hombre de Inteligencia. No solo delegaba tareas, sino que iba él mismo a muchísimas reuniones para recoger información de primera mano porque tenía muchísimos contactos, de los más variados, en todos los ámbitos. Se movía en los círculos más diversos, desde la Iglesia Católica, los militares, la policía, la política y el sindicalismo... hasta los diplomáticos, periodistas, escritores, actores y artistas plásticos. Eran contactos de alto nivel.

-¿Por qué le decían “Esteban”?

-Según su hija Patricia, usaba ese nombre de guerra en honor a su papá, Miguel Esteban.

-Finalmente, involucra a Pepe Salgado. ¿Cuándo?

-Se incorporó como colaborador directo de Walsh en 1974. Salgado dejó de lado su carrera de Ingeniería Electrónica para convertirse rápidamente en uno de los principales recursos del grupo de guerrilleros infiltrados en la Policía Federal, el Ejército y la Armada. Es que, al poco tiempo, el 2 de julio de 1974, Salgado entró a la Policía Federal para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, que duraba un año. Tuvo tres meses de instrucción en la Escuela de Suboficiales y luego fue a la Dirección General de Antecedentes.

Para llegar ahí se necesitaba el respaldo de alguien importante, con peso en la Policía Federal. Resultaba un lugar muy cómodo para pasar la “colimba”; era un trabajo de oficina que permitía dormir en casa y hacer un horario corrido. Además, le quedaba a pocas cuadras de las aulas de Ingeniería. Fue el comisario mayor Alberto Torres, su vecino en Olivos y el mejor amigo de su padre, quien le hizo la “gauchada” de designarlo ahí.

Previsor, antes de presentarse a la Policía, Pepe Salgado se quitó un medallón con la imagen del Che Guevara y lo guardó en una caja, cerrada con llave. Se quedó solo con la cruz de San Francisco de Asís, seguro de que no levantaría ningún tipo de sospechas. Cuando Pepe Salgado cumplió el año del Servicio Militar Obligatorio, adquirió su propio nombre de guerra: Sergio. Y empezó a ser llamado así en el organigrama montonero. Sergio pidió al comisario mayor Torres que lo ayudara a quedarse en la Policía Federal. A Torres, que era mejor amigo de su papá, le extrañó la solicitud: pensaba que un joven tan capaz y dedicado podía aprovechar la buena situación económica de sus padres para apurar el ritmo de sus estudios y recibirse de Ingeniero Electrónico, su pasión desde chico. Pero Pepe lo convenció con el argumento de que le gustaría ganar su propio dinero en un trabajo que le resultaba cómodo y que, además, le permitía seguir estudiando en la sede de la Facultad, que estaba tan cerca del Departamento Central, a menos de veinte cuadras. Pensaba que podía ser muy útil en la Superintendencia de Comunicaciones. Y Esteban creía lo mismo. Así fue que Pepe Salgado (Sergio) logró quedarse en la Policía Federal ya como agente y con la placa 140.531 a partir del 14 de julio de 1975. Y allí estuvo hasta el 1º de julio de 1976, un día antes del atentado, cuando solicitó la baja.

El atentado

Un ex montonero que también trabajó a las órdenes de “Esteban” y que participó de la voladura del comedor, recordó detalles de aquel día: “Un día, Rodolfo me dio una misión, que era muy delicada porque tenía que entrar uno de esos aparatos nada menos que al Departamento Central de la Policía Federal”...

“‘Este aparato capta las conversaciones entre teléfonos del mismo edificio’, me explicó. ‘Vas a entrar y vas a salir. Vas muy tranquilo y, cuando te paren en la guardia, decís que vas a verlo al agente Salgado. Te van a dejar pasar. Entrás, te llevan a la oficina de Salgado, le das el maletín y te vas. La verdad es que no tuve ningún problema. De la guardia me llevaron a la oficina donde estaba Salgado y le di el maletín”.

Ese mismo día, al mediodía, explotó la bomba, dejando un saldo de 23 muertos y 110 heridos.

-¿Qué pasó después del atentado con Salgado?

-El periodista Eugenio Méndez señaló que Pepe fue recogido por un automóvil y cambió de vehículo. En ese segundo auto, se encontró con Esteban, que le dijo: “El operativo salió perfecto”. Sin embargo Walsh estaba preocupado por el futuro de Salgado. Primero por su seguridad, para que no lo agarraran, pero también porque sentía un afecto paternal por él (Salgado tenía 21 años) y le preocupaba el impacto psicológico que le podía causar su responsabilidad en el asesinato de tantas personas.

José María Salgado fue capturado y llevado a la ESMA, donde estuvo hasta finales de mayo de 1977, cuando la marina lo entregó a la Policía Federal. A los pocos días, el jueves 2 de junio, apareció muerto luego de un tiroteo que habría tenido lugar en el barrio porteño de Caballito.

 

 

 


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