Una escuadrilla de acrobacia sobrevuela en puerto al buque (foto Presidencia)
Por primera vez en siete décadas un buque de guerra argentino –en este caso la Fragata Libertad- fue epicentro de un acontecimiento político de masas, en donde la Presidenta Cristina Kirchner enfatizando el lema “Patria Sí, Colonia No”, defendió por sobre todas las cosas la gestión de su Gobierno, fustigó a los acreedores externos, criticó a la prensa y trató de escabullirse –escudándose en una célebre frase del almirante Brown- de su poco feliz expresión vertida en los momentos más críticos del embargo, cuando despectivamente estuvo dispuesta, al menos en sus expresiones, a desprenderse del emblemático navío.
Las cosas salieron tal cual estaba previsto. La jornada agradable y soleada, en plena época estival, posibilito que decenas de miles de personas se desplazaran hacia la zona portuaria lindera a la Base Naval para apreciar el arribo de la Fragata. En rigor de verdad, en plena tarde de playa, unas 500.000 personas, según estimaciones policiales, tuvieron un emotivo primer plano del buque desplazándose a pocas millas de la costa desde la zona norte hacia el sur de la ciudad balnearia.
Hubo dos claras diferenciaciones. Unos diez mil militantes de distintos puntos de Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, desplazados en ómnibus especialmente fletados por las distintas agrupaciones kirchneristas, con preponderancia de La Cámpora y sus organizaciones satélites además de intendentes y ministerios y cerca de cien mil turistas (independientes de los que estaban en las playas) fueron ocupando los espacios verdes linderos a la base naval. No hubo incidentes salvo un ligero intercambio de insultos entre activistas progubernamentales que intentaron cerrar el paso a manifestantes caceroleros que repudiaban la presencia presidencial. La policía disuadió a las partes y mantuvo el absoluto control de la situación.
Fue la primera vez que la Presidenta visito la nave (tampoco lo había hecho su esposo) y la tripulación hizo un estoico aguante de varias horas hasta que todo terminó para poder reencontrarse con sus familiares. Muchos de ellos fueron trasladados en ómnibus por la Armada luego de que, a través de la prensa, trascendiera el disgusto de algunos porque en primera instancia, aún sin recursos, debían costearse el pasaje desde Buenos Aires a diferencia de los militantes oficialistas.
La última vez que un puerto argentino fue abarrotado por una multitud fue en septiembre de 1955 cuando centenares de miles de personas se congregaron en el puerto metropolitano para vivar a la Flota de Mar tras el triunfante movimiento revolucionario que derrocó al segundo gobierno de Juan Domingo Perón.