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Tras su momento de gloria en la Segunda Guerra Mundial, estas tropas de élite juegan todavía un rol decisivo en los conflictos internacionales, lanzados en misiones contra objetivos selectos; su papel en la guerra en Ucrania.

Lanzarse de un avión al cielo oscuro, ventoso y helado, a miles de metros de altura, para caer en tierra y ser recibido por el enemigo con los puños cerrados no es una misión para débiles. Lo hace un grupo particular de militares, los paracaidistas, que se amigan con los vientos y vuelan entre las nubes hasta dar con su objetivo.

Fueron los alemanes los primeros amos del cielo, lanzando complejas operaciones durante la Segunda Guerra Mundial. Pero los aliados tomaron nota y los paracaidistas quedaron incorporados al abanico de tropas a disposición de los distintos países. Desde entonces, no dejaron de ser parte integral de las fuerzas armadas. Al día de hoy son utilizados, por ejemplo, en Ucrania, aunque las tropas de élite rusas sufrieron más bajas de las imaginadas.

Pero quien la vio venir fue Benjamin Franklin, a fines del siglo XVIII. Además de su legendaria invención del pararrayos, Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos y entusiasta de la ciencia, dejó sentada la posibilidad del paracaidismo como arma de combate.

Así lo dijo en 1784, meses después del primer vuelo tripulado en globo aerostático: “Cinco mil globos capaces de levantar a dos hombres cada uno, no costarían más que cinco navíos de línea: ¿Y dónde está el príncipe que pueda permitirse cubrir su país con tropas para su defensa, de modo que 10.000 hombres descendiendo de las nubes no puedan en muchos lugares causar infinidad de daños antes de que se pueda reunir una fuerza para repelerlos?”.

Lo que anticipó Franklin sucedió un siglo y medio después, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el paracaidismo, tras haber dado sus primeros pasos, se recibió con honores. “En 1940, los paracaidistas alemanes tomaron puentes vitales para aislar La Haya y Bélgica. Es famosa su captura del fuerte de Eben-Emael en Bélgica en mayo de 1940. También llevaron a cabo el primer ataque aerotransportado. En aquella época, Eben-Emael se consideraba una de las fortalezas más impenetrables de Europa. Setenta y un paracaidistas lograron capturar el fuerte y a cerca de 800 soldados belgas”, dijo a LA NACION la analista militar Kelly Grieco, especialista en Defensa y Seguridad del Stimson Center, con sede en Washington.

Los aliados tendrían su revancha cuatro años más tarde, cuando lanzaron 23.000 paracaidistas en Normandía la noche del 5 de julio de 1944, en las horas previas al Día D, para allanar el camino a las fuerzas de desembarco. Fue el momento de gloria del paracaidismo militar, que en solo tres años se volvía en contra de los alemanes, de alguna manera pioneros de una fuerza estratégica de la que, a la larga, sus enemigos sacaron mejor partido.

Hoy en día las novedades que llegan de la guerra en Ucrania no son felices para los paracaidistas, al menos para los rusos. El batallón de élite que debía tomar el aeropuerto de las afueras de Kiev, en las primeras horas, fue rebatido con armas pesadas por las fuerzas ucranianas. “Los rusos consiguieron desembarcar, pero los ucranianos opusieron una feroz resistencia. Finalmente, los rusos lograron capturar el aeropuerto, pero la batalla pasó a simbolizar la ineptitud rusa en el campo de batalla en la invasión inicial”, dijo Grieco.

 

Los rusos no lograron hacerse fuertes en la zona y fracasaron en su ambicioso plan de tomar la capital para así dominar el país. Según informes de inteligencia británicos, Rusia perdió miles de paracaidistas, muertos o heridos, en otros frentes desde el comienzo del conflicto. “Dicha fuerza debería constituir alrededor de 10.000 paracaidistas de élite. Sin embargo, es muy probable que casi todas las unidades estén dramáticamente debilitadas”, señaló el informe británico.

¿Será que los paracaidistas no son lo que eran? De ninguna manera, sostienen los especialistas, que no se limitan a destacar la gloria del pasado. Al revés de los paracaidistas rusos, por ejemplo, los ucranianos tienen mejores noticias para dar. A fines de agosto, lograron perforar la principal línea defensiva rusa al oeste de la aldea de Verbove, en la región clave de Zaporiyia.

La ventaja táctica de los paracaidistas sigue siendo la misma que en la Segunda Guerra Mundial: entrar al campo de batalla desde el aire para atacar áreas que no son directamente accesibles por otros medios. Se trata de realizar ataques por sorpresa, capturar objetivos y llevar a cabo operaciones especiales. Por eso pueden conducir una amplia gama de misiones militares, como el reconocimiento, la toma de aeródromos y el apoyo a las fuerzas terrestres convencionales. Reciben un entrenamiento intensivo en tácticas de asalto aerotransportado y técnicas de combate.

Objetivos clave

Estados Unidos, por supuesto, tiene muy desarrollada esta variante de combatientes de élite. “En general, los paracaidistas estadounidenses se utilizan de dos maneras en las operaciones modernas: 1) el Ejército estadounidense ha utilizado el lanzamiento de paracaidistas para introducir fuerzas en zonas remotas y tomar objetivos clave -como aeródromos- tras las líneas enemigas. 2) En el caso de Estados Unidos, los paracaidistas también forman parte de las fuerzas de respuesta rápida. Por ejemplo, unidades de la 82ª Aerotransportada se desplegaron en Afganistán para ayudar en el puente aéreo de Kabul. Los paracaidistas se entrenan para este tipo de misiones”, dijo Grieco.

La versatilidad de estos combatientes les permite cumplir distintas funciones. Según explicó a LA NACION el licenciado Sebastián Miranda, especialista en historia militar contemporánea, los paracaidistas siguen teniendo un alto valor militar.

“A veces se los emplea también como tropa común. En el conflicto de Malvinas, británicos y argentinos operaron con paracaidistas. Pero no se los operó en la medida de lanzarlos con paracaídas, sino como infantería, una infantería bien equipada, bien motivada, bien entrenada, para lo que son formas de combate clásico. Ni los argentinos ni los británicos se lanzaron”, recordó.

También es cierto que en los cielos del mundo se lanzan menos paracaidistas militares que en sus años de apogeo. Por eso se los prefiere llamar más bien “fuerzas aerotransportadas”. Ahora muchas misiones se cumplen con helicópteros, que los bajan directamente a tierra.

Además, han evolucionado muchísimo los helicópteros de ataque, que les permite dar una protección combinada con la aviación convencional. Pero, según explicó Miranda, la finalidad sigue siendo la misma: son soldados con un fuerte espíritu de cuerpo, que se saben pertenecientes a una fuerza de élite, que están dotados en general con equipo ligero o semiligero, y que atacan objetivos puntuales de valor estratégico e importancia logística.

 “Ahora, lo ideal cuando se los emplea, siempre es que vayan a una acción puntual, en un objetivo que no esté muy bien defendido porque ellos no tienen la capacidad para superar defensas con equipo muy pesado, y que en el tiempo más breve posible se los pueda conectar con las tropas que vienen avanzando hacia el frente”, dijo Miranda.

A la hora de examinar otras funciones, llama la atención que también haya mascotas paracaidistas. Se trata, en realidad, de perros entrenados que son lanzados para asistir a las tropas una vez en tierra, en general en un arnés en tándem con un soldado.

Por ejemplo, los Seals estadounidenses utilizan perros para misiones clandestinas de alto riesgo. También los hubo en el desembarco de Normandía, de manera que estos perros son casi tan antiguos como el paracaidismo militar, una rigurosa disciplina donde, está visto, los combatientes se juegan la vida en cada salto en territorio enemigo.

La guerra en el siglo XXI es una serie de notas sobre las armas que son determinantes en los conflictos bélicos actuales.

Por Ramiro Pellet Lastra

Publicado por La Nación

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