Señor director: “En una sociedad donde no hay algo por lo que valga la pena morir, tampoco hay nada por lo que valga la pena vivir” (Benedicto XVI). Fue en 1989 y sucedió en un verano en que la República se ahogaba en un proyecto político manejado por un grupo de hombres minúsculos que después de poner a la Nación dada vuelta, como toda autocrítica dijeron que el desastre que ocasionaron se debía a que no supieron, porque eran ignorantes, no pudieron, porque eran débiles o simplemente porque no quisieron, en su soberbia, tomar medidas que el sentido común imponía y la politiquería negaba.