Desde hace cuarenta años, los “colaboradores” que hoy se llenan la boca pidiendo “memoria y justicia” para ocultar cobardías pasadas, los que entregaron en la EsMA o en “La Polaca” a sus “cumpas” para salvar su pellejo, los que dicen que una masacre como fue la “contraofensiva montonera" fue un éxito militar, los que se fueron al sur porque les quedaba grande para su miedo tomar un fusil, los que nunca hicieron un habeas corpus por un “desparecido” y los que, siendo jueces, se negaron a aceptar esos hábeas corpus; los políticos que se cagan encima cuando una bruja de pañuelo blanco los mira torvamente y son incapaces de decirle a las “abuelas de caperucita”- hoy devenidas en lobos rabiosos- que la mayoría de los “nietos” encontrados estaban en manos de gente del “palo”, los que siguen mirando al costado olvidándose que, en los años setenta, pedían cadalsos públicos en Plaza de Mayo, los que defendían terroristas pero, por las dudas, pasaban por el batallón 601 de Callao y Viamonte a buscar su salvavidas, los que desde 1983 les negaron- a las madres, esposas e hijos de militares y policías asesinados por el terrorismo- la justicia más elemental y, también entre todos estos, algún que otro general que cobró en embajadas la traición a sus camaradas; Todos estos, todo este listado de crápulas pueden estar contentos, la “lesa humanidad” - ahora si con pruebas al canto y no con las mentiras del relato- sigue vigente en la Argentina. Porque la “lesa humanidad”, esa que sirve para todo y en especial para circos montados a las apuradas, con bandas de testigos falsos, con fiscales mentirosos y con payasos impartiendo “justicia”, con escribas mercenarios y muchedumbre de obsecuentes que esperan medrar a partir de un grito o una fotografía – está de parabienes. Está fuerte y saludable en la República y para sorpresa de imbéciles u olvidadizos la aplica el Estado Nacional en los penales federales. 

En los campos de concentración en que los gobiernos “democráticos” han convertido a estas cárceles ya han muerto Setecientos treinta y cuatro prisioneros de guerra. Han muerto, en su mayoría, privados de asistencia médica, de ayuda espiritual, de contención familiar. Han muerto como cualquier prisionero de un campo de concentración o los deportados al gulag. Pero en estas mazmorras vernáculos los SS o los esbirros de la NKVD no son los pobres “candados” del SPF sino los resentidos y falsarios “vengadores” que hoy componen las “orgas” innoblemente llamadas de “derechos humanos” armadas por una fauna rastrera de políticos desahuciados, periodistas militantes y, por qué no, obispos “arrepentidos”. 

No hace falta que yo, asqueado, al ver cómo jueces y fiscales se han convertidos también en verdugos, diga esto. Desde mucho tiempo atrás lo vienen denunciando los familiares y amigos de los presos políticos, lo vienen denunciando la Unión de Promociones, la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia y todo aquel que, aunque sea una vez, haya ido a visitarlos a un penal federal. 

 Los delitos de “lesa humanidad” siguen cometiéndose en Argentina, solo que la impunidad que hoy es ley en Argentina permite que los autores intelectuales no se oculten, antes bien, se ufanan de su bajeza. Porque todos los conocemos, se llaman Gil Lavedra, Fernández, Alak, Garavano, Soria y muchos más; es decir, todos aquellos que desde 1983 han ocupado el cargo de ministro de justicia 

 

 El Recadito, Pehuajó 17/08/2022 

JOSE LUIS MILIA