Los homenajes que tuvieron lugar a 40 años del conflicto bélico en las Islas Malvinas dejaron nuevamente en evidencia la grieta del Frente de Todos. Si bien los actos se celebraron bajo el lema “Malvinas nos une”, Alberto Fernández y Cristina Kirchner asistieron a homenajes diferentes, un gesto que evidencia más las internas del oficialismo.

El escenario elegido por Alberto Fernández para encabezar el acto central fue el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, situado en el predio de la ex-ESMA. Por su lado, Cristina Kirchner asistió junto al titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, a una entrega de diplomas organizada en el salón Azul del Senado.

La conmemoración del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas era una ocasión única para que el presidente y la vicepresidenta depusieran sus diferencias profundas sobre la conducción general del Gobierno y la manera de encarar el acuerdo con el FMI, y aparecieran juntos en el homenaje central a quienes llevaron la peor parte en la fugaz recuperación de esos territorios irredentos, dispuesta por la última dictadura militar.

 

Distanciados desde hace varios meses, el presidente y la vicepresidenta –a quien sus seguidores consideran la socia mayoritaria de la coalición oficialista– no pudieron dejar de lado sus diferencias y transformaron lo que debió ser un homenaje a los caídos en las Islas Malvinas y a los veteranos de guerra allí presentes en sendos actos políticos para dirimir la interna justicialista, desnaturalizando y degradando el sentimiento nacional que debió haber imperado.

 

Los reclamos por los derechos territoriales de la Argentina sobre el archipiélago austral atraviesan todos los gobiernos y todas las ideologías, y constituyen prácticamente la única política de Estado en la que acuerda todo el arco político nacional. Ello tampoco fue considerado por el Presidente y su vicepresidenta, quienes parecen no tener conciencia de la parálisis de gestión que afecta actualmente al país.

 

Las posiciones parecen irreductibles mientras gran parte de la población está acorralada por la falta de respuesta del Gobierno a los problemas que la aquejan, como la inflación desbocada, el déficit fiscal descontrolado, la moneda devaluada, la inseguridad generalizada y la pobreza. Es de esperar que prive la sensatez y que tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner, asumiendo las responsabilidades para las que fueron elegidos, dejen de lado sus diferencias y enfoquen su atención en abordarlos y solucionarlos.

 

LA NACION