Por Sergio Crivelli publicado en www.laprensa,com,ar
Habrá que anotar en la cuenta de Javier Milei otra novedad: el uso de los derechos humanos como recurso electoral para exponer al kirchnerismo y polarizar. Porque como acaba de apuntar acertadamente el conocido historiador italiano Loris Zanatta, cada vez que el kirchnerismo aparece, Milei se legitima.
El presidente usó la fuerza del adversario en contra del propio adversario. Respondió al desafío de la marcha con una acusación, no con una actitud pasiva o de defensa. Le disputó el escenario al kirchnerismo y la izquierda, algo a lo que ningún otro gobierno antiperonista se había animado a hacer.
¿Cómo? El mismo día en que la militancia liderada por Cristina Kirchner salió a marchar, difundió un mensaje, según el cual la violencia de los años 70 tenía dos responsables y que mientras los militares habían sido condenados y encarcelados, los jefes de las bandas terroristas habían quedado impunes por la protección de la dirigencia política. No alegó ni polemizó, simplemente difundió imágenes de hechos reales.
Los sangrientos enfrentamientos de hace medio siglo han sido desde su origen manipulados con fines políticos. De allí que cualquier debate sobre el tema se convierte de manera irremediable en un diálogo de sordos. El caso más obvio es el del número de desaparecidos. El hecho histórico es que no hubo 30 mil, pero el kirchnerismo lanza diatribas flamígeras contra cualquiera que se atreva a desafiar ese potente mito político y lo acusa de negacionista y genocida.
El video difundido por la Casa Rosada en la madrugada del lunes apuntaba a esa reacción que se reprodujo en todos los medios y redes. Los simpatizantes de CFK y feroces antilibertarios defendiendo la guerrilla, mientras se exhibían las imágenes de las atrocidades cometidas por las “formaciones especiales” peronistas y de la guerrilla del ERP. Eso se llama correr el eje de la cuestión: los opositores pasaron del planteo victimista a la justificación de la barbarie.
En realidad, al posteo oficialista le faltó una mínima revisión del contexto histórico de la violencia setentista tal vez porque como a los “K”, Milei prefiere dejarle la verdad a los historiadores. Su “metier” es otro: juntar votos.
La escalada de aquella época comenzó con el agotamiento de la Revolución Argentina, el ingreso de grupos subversivos (católicos, nacionalistas, guevaristas) al peronismo de la mano de Juan Perón (el famoso “entrismo”) y los militares jugando a una interna que terminó con la vuelta del ex “tirano prófugo” al país, el tiroteo de Ezeiza, la expulsión de los montoneros de la plaza y la Triple A y la CGT cazando “zurdos” por la calle.
Fue una lucha de poder que se dirimió a tiros. Ni una guerra sucia, ni una guerra revolucionaria. Fue una guerra de cuadros que la mayoría abrumadora de la población miró desde afuera y en la que la guerrilla no consiguió la menor penetración social.
Muerto Perón y desalojada su viuda de Balcarce 50, los militares continuaron masacrando cuadros subversivos que ya no significaban un peligro real. Lo hacían en venganza de la amnistía camporista del 25 de mayo de 1973 que había liberado a muchos asesinos de policías y militares. Eso no volvería a suceder.
Con la democracia las manipulaciones de la violencia setentista persistieron. Raúl Alfonsín tuvo la valentía de juzgar a las Juntas militares, pero cuando empezaron los alzamientos en los cuarteles dio marcha atrás mediante las leyes de punto final y obediencia debida. Se equivocó también en eso: no lo volteó el Ejército, sino la inflación. Carlos Menem optó por indultar a todos los militares y los eliminó como factor de poder. Una muestra más de una astucia poco reconocida por sus propios “compañeros”. Sin embargo, hubo uno que la aprovechó: Néstor Kirchner se declaró campeón de los DD.HH. con 20 años de atraso y valientemente encarceló a un grupo de ancianos que ya estaba para el geriátrico. Ese fue también un acto de venganza retroactiva. Incluyó además la cuestión en el presupuesto destinándole partidas alucinantes. Esa es la penosa y muy resumida historia (no memoria) de la manipulación de los derechos humanos en los últimos 40 años.
Sergio Crivelli
@CrivelliSergio