República Argentina: 2:28:07pm

Los principales medios de prensa metropolitanos y del interior del país comentaron con distintos enfoques, el domingo 13, la noticia sobre el despido del cantinero de la Fragata Libertad, Luis Suarez, civil con 28 años en el buquequien había regresado al país junto con los guardiamarinas, al que ahora se le impidió subir al navío y participar de los actos de arribo presumiblemente como consecuencia de haber hecho declaraciones a la prensa. El hecho hace temer represalias con marinos que, aunque sin  dar sus nombres hablaron con los medios durante la crisis o bien por declaraciones de sus familias las que también, pese a no dar sus apellidos, fueron perfectamente identificables para el Servicio de Inteligencia Naval (SIN) que monitoreó permanentemente toda la situación.

 

Uno de esos artículos, firmado por la periodista Gisela Nicosia del diario Perfil, señaló

 Luis Suárez, el cantinero de la fragata Libertad, llegó a Mar del Plata con la esperanza de volver a subir al barco y reencontrarse con sus viejos compañeros de tripulación.

 Había sido una de las pocas caras visibles del conflicto, y buscaba ser parte de la fiesta que había organizado el Gobierno para recibir al buque que quedó varado en Ghana durante siete meses y diez días(sic, error original del medio). Pero su emoción contrastó con otra realidad: tras el acto le informaron que había sido despedido.

 No bien se enteró del regreso de la Fragata, Suárez estaba listo para subirse a uno de los botes que iban a escoltar al buque cuando estuviera cerca del puerto de Mar del Plata. Estaba muy emocionado, vivía el momento con alegría: lo esperaba desde que había vuelto al país tras dejar su querido buque, en el que se desempeñó como cantinero durante más de 25 años (sic), la mitad de su vida. En uno de los regresos de parte de la tripulación había llegado de nuevo a Buenos Aires, y habló con los medios. “Ayer, cuando salí de la Fragata, hacé de cuenta que un puñal se clavaba en mi corazón”, dijo en una de las entrevistas. Y agregó: “Las autoridades de este país, todo el mundo” sabía que se iba a viajar a Ghana y que se iba a “correr ese riesgo”.

 El miércoles, la Armada le impidió ser parte de la fiesta. Le pidieron que no subiera a ningún bote y que se retirara de la fiesta popular.

 

 Al llegar allí, una de las autoridades le solicitó que apagara su teléfono celular, que evitara hablar con cualquier medio de comunicación y se ocultara de las cámaras oficiales que registraban el evento. El acto comenzó y, a pesar de no haber subido al bote, Luis se mostraba feliz: no pensaba en otra cosa que no fuera subir al buque y abrazar a sus compañeros navegantes.

Terminado el acto, salió entre el público y se dirigió hacia la rampa para subir a la Fragata. Cuando estaba a punto de llegar a cubierta, el capitán le dijo terminantemente que no podía estar ahí, que debía retirarse porque estaba despedido. Según las palabras del capitán, no cumplía con lo esperado por la Armada. Sin más palabras, Suárez descendió y acordó presentarse en los próximos días para hablar con las autoridades sobre su situación.

Según pudo saber PERFIL, la decisión de la Armada se debió a la aparición de Suárez en los medios. “Seguro después de lo que digo me cortan las piernas”, había admitido en una de las tantas entrevistas que otorgó en estas semanas.

Suárez no es parte de la Fuerza; en rigor es un empleado de una empresa a cargo de la cantina. Como un empleado de un kiosco en una escuela. Hoy la cantina está inhabilitada, sin permiso de uso. Es que, para que se autorice la actividad nuevamente, hay un precio: el dueño de la cantina habría confesado que le pidieron que lo dejara sin trabajo.

Desempleado, ahora busca el asesoramiento de un abogado. PERFIL intentó entrevistarlo pero ya no quiere hablar con los medios. Podría intentar volver a su oficio: la panadería. Divorciado y sin hijos, la Fragata era su vida. Santafesino, de la ciudad de Ceres, Suárez había viajado 12 veces desde 1985 y ganaba mil dólares.

  

Clarín, por su parte, dio un amplio despliegue de dos pagina al tema, señalando que "La fiesta kirchnerista por el recibimiento de la Fragata Libertad no fue tal para Luis Suárez, cantinero del buque escuela desde hace 28 años, que fue despedido de su trabajo por presiones oficiales. ¿Su pecado? Haber dado una nota a la señal de noticias TN contando lo que vivió en Ghana y haber deslizado críticas al manejo que el Gobierno hizo de la situación."

 
Desde un mismo enfoque crítico, el periodista Javier Blanco, del diario , expuso el tema en los siguientes términos:

En un diálogo en exclusiva con Clarín.com, Suárez mastica la bronca de haberse quedado sin trabajo. “Al concesionario de la cantina lo presionaron para que me saque, pero yo nunca falté a la verdad, aunque mis palabras no haya sido las más apropiadas para el Gobierno”, dijo.

 

“Esto es una humillación tremenda, hace 28 años que trabajo en el barco y me dieron un argumento infantil, me dijeron que por culpa de mis declaraciones a TN casi peligra la liberación de la Fragata”, relató Suárez, que quería guardar silencio hasta el lunes, pero al verse hoy en la tapa del diario Perfil se decidió a hablar con este portal.

 

En un reportaje con la señal de cable, el ahora ex cantinero había manifestado que las autoridades argentinas sabían que si se viajaba a Ghana se iba a correr el riesgo de que la Fragata sea embargada. Ese era el rumor que se oía en el barco y que Suárez blanqueó en la señal de noticias. “Me van a cortar los pies y las manos por decir esto”, opinó en octubre, al regresar al país. No se equivocó.

 

Suárez participó del acto de recibimiento del barco que tuvo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como principal oradora. Subió a la Fragata un día antes y ahí pudo palpar el cambio de humor para con su persona. “Me reciben mal, yo era mala palabra”, explicó.

 

Según dijo, su patrón recibió presiones para que él no salga a cubierta, lo hicieron apagar el celular y le prohibieron hablar con los medios. “Tenían terror de que me tome una cámara”, afirmó. Recién pudo salir a las 11 de la noche, cuando los funcionarios, los militantes K y la mayoría de los medios se habían ido y solo quedaban los familiares, esperando a los suyos después de tantos días de tensión.

 

Ahora Suárez analiza cómo seguir con su vida, ya sin la Fragata Libertad, su segunda casa durante los últimos 28 años. “Me quede sin nada”,  sinceró el hombre que había dicho que el embargo del buque había sido una puñalada en el corazón. Nunca imaginó que el regreso de la “Frali” iba a ser otra puñalada, esta vez por la espalda.

 


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