No pueden caber dudas de que el atentado ha sido causa inmediata de los resultados de las

elecciones últimas. No hay dialéctica que pueda cambiarlos en su legalidad y sentido más rotundo

y auténtico, por insistentes que sean las distorsiones que pretendan instalarse desde distintos

sectores del oficialismo. La presidenta de Celtyv, Victoria Villarruel, ha sido elegida diputada

nacional al haber ocupado la segunda posición en la lista encabezada por Javier Milei, y ello es

motivo de incomodidad para quienes han medrado con la interpretación de la historia,

ajustándola a la medida de sus intereses políticos e ideológicos.

En Victoria Villarruel y su equipo de colaboradores se han concentrado desde hace tiempo las

energías y el valor cívico ausentes en otras expresiones de la política y la cultura para replicar con

absoluta claridad, palabra por palabra, argumento por argumento, una narración distorsionada

que, bajo el aliento explícito del kirchnerismo, se pretende hacer prevalecer sobre el capítulo más

desgarrador de la historia contemporánea argentina.

Ha sido tan intenso el trajín del movimiento derrotado en las urnas dos semanas atrás para

instalar una versión inequívocamente arbitraria de los acontecimientos de hace casi medio siglo,

que en la provincia de Buenos Aires está prohibido a funcionarios y empleados negar que fueron

30.000 los desaparecidos en aquella época del país. Tan en vigor está esa norma que durante la

gestión de la gobernadora María Eugenia Vidal, incluso ella se negó a vetarla como hubiera

correspondido. Los propios artífices de tan abultada cifra han reconocido con los años su falsedad,

agregando que no tenía más que un valor cabalístico a fin de impresionar y movilizar los apoyos a

la audiencia europea a la que se dirigían en busca de una solidaridad activa.

Que la presidenta de Celtyv haya sido elegida diputada es motivo de incomodidad para quienes

buscan negar los crímenes del terrorismo

La imaginación de quienes provocaron con sus crímenes una represión del Estado de magnitud y

dureza sin precedentes apeló así a una ficción frenética. No han conseguido, sin embargo, echar

abajo el crédito de la comisión investigadora inspirada por el presidente Raúl Alfonsín y

encabezada en la Conadep por Ernesto Sábato, que en 1984 incluyó 8961 denuncias de

desaparición de personas entre 1969 y 1983. Por su parte, el informe de la Secretaría de Derechos

Humanos de 2006 detalla un total de 8368 para el mismo período, entre desaparecidos y víctimas

de ejecuciones sumarias. En 2015, el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo (Ruvte)

actualizó el listado y presentó en orden alfabético 7018 víctimas de desapariciones forzadas y

1613 de asesinatos, mientras el Parque de la Memoria registra 8751 casos. Otra rotunda

rectificación del mito de los 30.000 desaparecidos.

Al frente de Celtyv, Victoria Villarruel ha luchado por la verdad, la justicia y la reparación negadas

por un redituable fraude empeñado en ocultar los crímenes gravísimos del terrorismo alentado

por gobiernos extranjeros, como el de Cuba. Mujeres como ella han alzado la voz por las víctimas

olvidadas, unas 17.000 personas de las cuales 1094 fueron asesinadas en algunos de los 20.000

atentados producidos por el terrorismo.

Militantes de izquierda, como era de esperar, manifestaron sus quejas cuando Claudio Abruj,

secretario de Derechos Humanos durante la presidencia de Mauricio Macri, recibió en audiencia a

la ahora diputada electa por la ciudad de Buenos Aires. Otro tanto hicieron, con llamativo descaro,

los aplaudidores de asesinos de la ralea de Ortega y de Maduro cuando en el Instituto Hannah

Arendt se realizó, con el patrocinio de Celtyv, un acto de homenaje al coronel Arturo Larrabure,

víctima, después de haber sido secuestrado, de un largo martirio, hasta su muerte.

Victoria Villarruel se sobrepuso a las acusaciones infamantes y a las intimidaciones de todo tipo en

su contra abogando por el dictado de una convención internacional que condene y defina

universalmente y en forma inequívoca qué es terrorismo. Ya no está sola como en otros tiempos.

El relato de quienes han procurado amañar la historia reciente de la Argentina se cae a pedazos,

como el caudal de votos que en otra época lo asistió. Solo permanecen algunos sorprendentes

rezagos como Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile, quien contra todas las convenciones

diplomáticas se ha inmiscuido en la política trasandina y ha denunciado –es una forma de decir– el

intercambio amistoso de mensajes entre José Kast, el candidato más votado en la primera vuelta

del domingo, y Milei.

Solo queda por desear que las plataformas a través de las cuales esta valiente mujer dialoga con la

sociedad sean inmediatamente restablecidos y que tan lamentable episodio, no solo sea

repudiado por quienes defendemos la libertad de expresión sino que también haga resonar en la

sociedad aún con más vigor su lucha por la verdad, la Justicia y la memoria completa.

Editorial de LA NACION