Las dos imágenes son elocuentes. Niños, que ni siquiera todavía han iniciado su formación primaria, escupen con fuerza carteles las figuras de periodistas o personalidades pegadas en afiches denostadores, durante la concentración que organizaciones de izquierda realizaron el pasado 24 de marzo en el marco del feriado oficial por Día de laMemoria.


Era una suerte de “concurso” toda vez que se habían dibujado blancos sobre los rostros. Las criaturas fueron aleccionadas por sus padres que celebraban ruidosamente cada escupitajo. En sus pequeñas, tiernas mentes, quedaba inculcado así el método compulsivo de expresar con la virulencia del salivazo todo aquello que se considera contrario a los deseos de cada uno.

Al aplaudir estas expresiones, difícilmente esos padres puedan luego reprender a sus hijos si éstos, ya en la escuela, en un cumpleaños o donde fuere, repiten esa desagradable metodología frente a sus compañeritos o mayores, para manifestar su enojo o reprobación, tal cual lo hicieron ese día ante sus entusiasmados mayores. La gran pregunta es si este no es el primer paso en la formación equivocada de mentes que luego podrán convertirse en la arcilla fértil para ser moldeadas por mentes enfermas para quienes poco les importa el semejante, si ellos están bien.

Quienes en los 70 quisieron tomar el poder por las armas para vivir luego sus propios privilegios sin importarle demasiado la suerte de sus semejantes, han vuelto a la palestra, pero con otras armas y otras fuerzas, tan letales y peligrosas como aquéllas. En un país que retrocede día a día; con su economía seriamente comprometida, una inflación galopante, la educación y la salud en riesgo, y la seguridad ciudadana cada vez más comprometida, pareciera que sólo importa la ley que conviene a unos pocos, a los que se creen dueños del país y se nutren descaradamente de él.

Solo en ese marco puede entenderse a esa “elite” propia de las estructuras totalitarias, supuestamente intelectualizada, que se permite homenajear académicamente a dictadores que cercenan las libertades públicas, o impedir la difusión de las ideas de quienes piensan distinto, todo lo contrario a la  democracia que se ufanan de representar, en particular cuando, con la óptica intencionada de un solo ojo, una cara de la moneda, exaltan en su propio beneficio la tragedia de los70 y convierten en mitines de desmedidas ambiciones políticas, lo que deberían ser encuentros de contrición y búsqueda de toda la verdad para que nunca más vuelva a pasar lo que pasó.