El 27 de febrero del año 2020 asumía el cargo de Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas como un jalón más en la rutina que corresponde al cambio de autoridades militares y unos días más tarde lo hacían los jefes de las Fuerzas y el Comandante Operacional. Ello es una muestra de la vitalidad y fortaleza de nuestras instituciones nacionales que con estos hábitos señala un camino que une el pasado, el presente y, fundamentalmente, el futuro.

 

Hoy, a un año de ese hecho tan trascendente en mi vida militar, estimo conveniente realizar un balance de esta primera etapa de gestión tan particular por los condicionamientos en materia de salud y, a la vez, tan intensa en cuanto a tareas realizadas y logros obtenidos, en función de los objetivos trazados.

 

La declaración por el Gobierno Nacional del Estado de Emergencia Sanitaria el 12 de marzo del año pasado, a escasos días de asumir el cargo, como instrumento para enfrentar la expansión del COVID 19, trajo consigo la exigencia de un planeamiento abreviado y la consecuente y no muy usual imagen de soldados operando en pueblos y ciudades de toda la República.

 

Esas capacidades únicas de las FFAA en materia de organización, despliegue, logísticas y médicas nos posibilitaron una rápida adaptación, sin mayores cambios orgánicos, al nuevo contexto que planteó el Covid 19. La activación simultánea de 14 comandos conjuntos de emergencia para atender requerimientos en todas las provincias es un hecho inédito que responde no solamente al despliegue territorial de nuestras unidades militares sino, también, a la enorme capacidad organizacional y de gestión de crisis de nuestro Comando Operacional.

 

Hoy llevamos ya 345 días de “Operación General Manuel Belgrano” con 38.000 tareas realizadas, más de 196.000 hombres y mujeres empeñados, más de 27.000 vehículos de todo tipo empleados, más de 200 vuelos para transporte de muestras, conciudadanos repatriados o varados y reconocimiento aéreo, más de 6.000 tareas de apoyo sanitario, 16.115.000 raciones en caliente repartidas y 2.390.000 bolsones de víveres entregados, entre otras múltiples tareas como asesoramiento y consultoría interagencial y ampliación de infraestructura sanitaria.

 

La pandemia de coronavirus mostró bien a las claras la realidad de que los desafíos de seguridad a los que deben enfrentarse las sociedades modernas necesitan de una respuesta multidisciplinaria, cooperativa, en la que participen todas las fuerzas de la sociedad aportando sus capacidades peculiares para producir la sinergia que la solución de una crisis demanda. Las Fuerzas Armadas no permanecen ajenas a ese esfuerzo, y actúan en pie de igualdad con otros actores, públicos y privados. A veces, cuando la crisis sea de naturaleza militar, lo harán liderando el esfuerzo; otras, les corresponderá́ asumir una función de apoyo a otros agentes.

 

Ello no implica desfigurar la función Defensa, sino hacerla más eficiente como instrumento de poder del Estado, en una estrategia holística de seguridad en la que concurren todos los mecanismos del poder nacional, a través de un proceso interinstitucional o interagencial.

 

Pero, simultáneamente, no descuidamos nuestras tareas derivadas de la misión principal: continuamos patrullando nuestro litoral marítimo, vigilando y controlando el aeroespacio, operando nuestras bases antárticas, contribuyendo a la paz internacional en cuatro misiones de paz y cooperando con las fuerzas de seguridad en el marco de la operación “MARVAL” en la frontera norte.

 

En tal sentido, se creó el Comando Conjunto Marítimo, que permitirá optimizar a través del Comando Operacional, junto con la Operación MARVAL en el norte y FRONTERAS a través del SINVICA, la vigilancia y el control de los espacios terrestres, aéreos y marítimos soberanos, en estrecha coordinación con las Fuerzas de Seguridad y respetando estrictamente el marco jurídico vigente.

 

Llevamos cumplimentada el 80% de la campaña antártica a partir de una planificación extremadamente compleja que incluyó cuarentenas, controles sanitarios permanentes y sanitización del personal y cargas, cumplimentando, sin contagios, el objetivo impuesto por la Conducción Política de evitar introducir el virus en el Continente Antártico.

 

Paralelamente, llevamos a cabo 2 relevos de las Fuerzas de Tareas en Chipre y Observadores Militares en otras áreas de conflicto en el marco de la pandemia y bajo los estándares sanitarios de Naciones Unidas.

 

Las tres Fuerzas Armadas han tenido logros sustantivos. Así, el Ejército ha hecho una importante incorporación de vehículos a rueda para empleo operacional, ha concretado un mejoramiento del sistema de sanidad militar a través del fortalecimiento de instalaciones fijas y móviles, continuó con el programa de equipamiento de las FDR dotando de armamento de última generación a las tropas de operaciones especiales, reactivó el proyecto TAM con la proyección de ejecutar los 2 primeros prototipos en 2021 y se incorporó el número más relevante de soldados de los últimos 10 años, entre otras actividades.

 

La Armada Argentina, por su parte, incrementó sustantivamente este año la actividad orientada a optimizar la vigilancia y control de los espacios marítimos en el límite de nuestra zona económica exclusiva; en estrecha coordinación con Prefectura Naval se logró mantener en forma ininterrumpida una unidad de superficie sobre el límite de las 200 millas. Esto permitió la captura de pesqueros en infracción y un efecto disuasivo. También se recuperaron las corbetas Espora y Spiro luego de un importante esfuerzo logístico. Se recuperó el buque Transporte Canal de Beagle que volvió a estar operativo luego de 10 años, gracias a un esfuerzo conjunto entre la Armada y Tandanor. Se incorporó el patrullero oceánico Bouchard y en los próximos meses lo hará el Piedrabuena, que ya está haciendo sus pruebas de máquinas en el mar.

 

Por su parte la Fuerza Aérea tuvo este año 28.000 horas de vuelo, la mayor cantidad desde el año 2008. El mayor nivel de inversión se aplicó en la recuperación y adquisición de aeronaves y materiales, que permitió duplicar la cantidad de Hércules C-130 en servicio, F-28 y SAAB y, cuyos mayores frutos se verán en el corriente año con la incorporación de B-200, Pampa III, Fenix y radares.

 

Abrimos canales de diálogo con los principales países productores de materiales que nos permitirán recuperar capacidades e incorporar tecnologías que no puedan obtenerse en el ámbito local, manteniendo una relación totalmente pragmática con EEUU, China, Rusia, Francia, España, Suecia, Brasil, Italia.

 

En lo que hace a la obra social, debo mencionar que se recibió en una situación crítica, con serio riesgo de quiebra e intervención. Se buscó priorizar el equilibrio financiero, la gestión más profesional y la investigación y denuncia de lo anterior. Buscamos volver a colocar al afiliado como la razón de ser mediante el fortalecimiento financiero, la trazabilidad y la eficiencia prestacional.

 

Pero, sin duda, y más allá de los importantes logros de gestión, hemos obtenido dos herramientas fundamentales para el presente y el futuro de las Fuerzas Armadas: el blanqueo del salario y la promulgación del FONDEF.

 

El blanqueo salarial repercutió en un montón de aspectos, como haber neutralizado la industria de juicios que existía alrededor de este tema. También, permitió levantar los embargos de las cuentas militares, lo cual obstaculizaba el normal funcionamiento operativo de las unidades y comenzar a mejorar, también, la situación de nuestra obra social. Además, se les presentó un futuro más atractivo a los integrantes de las Fuerzas. Hoy, ellos pueden pensar en dedicarse, durante su vida activa, a servir a la Patria, sabiendo que podrán tener un retiro digno cuando finalicen sus carreras.

 

La promulgación de la ley 27.565 (FONDEF) es un hecho de mayúsculo impacto en la vida militar contemporánea de la Nación; genera estabilidad a un horizonte de financiamiento que será destinado a recuperar, modernizar y/o incorporar la moderna tecnología que se requerirá en las próximas décadas para garantizar y salvaguardar los intereses vitales de la Nación.

 

Este instrumento, diseñado con visión estratégica, proporciona el marco para el desarrollo de una política de estado largamente esperada que respaldará como nunca los objetivos que fije el Comandante en Jefe de las FFAA en su directiva política de defensa nacional que en los próximos días activará la usina del planeamiento estratégico militar.

 

Y aquí reside una necesidad que es clave, un deber ser con el cual nos tenemos que reencontrar después de décadas de desinversión: invertimos en defensa no sólo para el empleo eficaz del Instrumento Militar, sino para instalar soberanía en el manejo de tecnología y evitar la dependencia externa.

 

Asumí el desafío con la convicción de que el Estado Mayor Conjunto constituye la piedra angular desde donde la política de defensa aspira a modernizar el sistema de Defensa Nacional para tener un Instrumento Militar en condiciones de satisfacer las exigencias del futuro.

 

Debemos evolucionar, enfocarnos en lo que significa la Defensa Nacional en el siglo XXI, no confundir conceptos, no mezclar por ejemplo, tradición militar con doctrina porque si no corremos el riesgo de convertirnos en Organizaciones ineficientes, vetustas y desconectadas de la sociedad de la cual nos nutrimos y servimos.

 

Es una oportunidad para adecuar nuestras Fuerzas Armadas con visiones renovadas, pensando en las décadas venideras. Vivo este tiempo con creciente optimismo. Durante este último año la política de defensa ha ocupado un lugar prioritario en la agenda política nacional como no se había visto en décadas: la pandemia evidenció la enorme capacidad de las Fuerzas Armadas en tareas de Protección Civil de manera intensa y prolongada en el tiempo; la aprobación de la ley del Fondo Nacional para la Defensa, nos permitirá disponer, por primera vez en democracia, de un horizonte presupuestario estable para la recuperación y adquisición de medios militares y, a su vez, comisiones multipartidarias en las cuáles participan representantes de las FFAA están analizando la necesaria actualización de las leyes de personal militar y reestructuración de las FFAA.

 

Hemos alcanzado niveles récord en las solicitudes de ingreso a los Institutos de Formación de las 3 Fuerzas y de incorporación como tropa voluntaria y la sociedad nos percibe como una de las Instituciones más prestigiosas en el plano nacional. Esto nos obliga a estar a la altura de las circunstancias.

 

Hoy conformamos unas FFAA profesionales, completamente comprometidas con la democracia y la Constitución Nacional, cuya eficiencia reposa esencialmente en la legitimidad y legalidad de sus fines, conducidas por las autoridades políticas de la defensa y abocadas a la protección de los intereses vitales de la Argentina.

 

Como militar más antiguo en actividad, no delego ni resigno las responsabilidades que me fueran concedidas por el Comandante en Jefe de las FFAA, al igual que los jefes de las Fuerzas y el Comandante Operacional, por eso convoco a todos, personal en actividad y retiro, ya que ambos poseen Estado Militar, a sentirnos partícipes de nuestro tiempo y con vocación para acompañar desde nuestro lugar a una República Argentina como actor activo y solidario en el concierto internacional, rico en oportunidades para sus habitantes y modelo de desarrollo armónico