De nada sirve que recordemos que anticipamos varias veces este resultado. Como tantos otros  voceros de la sensatez no fuimos escuchados y ahora tenemos que lidiar con las consecuencias de la ineptitud o de la especulación política que nos llevó a este estado de cosas. El botón rojo del presidente puede controlar ya muy pocas cosas. Puede terminar de hacer perder  un año a toda una generación de estudiantes, seguir dejándonos sin servicios religiosos, obligar a millones de argentinos a renunciar al transporte público y poco más. Pretender otras cosas forzará actos de desobediencia de  parte de una sociedad que entregó su confianza a los funcionarios equivocados y que ahora contempla agotada  y decepcionada este fracaso colectivo.

Sin embargo, están sucediendo otras cosas muy graves que se cocinaron al calor del temor a la peste  y el sometimiento a la cuarentena sin fin. Tenemos en la memoria a los delincuentes liberados que contribuyen al clima de inseguridad que atemoriza más que el coronavirus. Los burdos intentos de expropiar empresas desde el gobierno y los más eficaces de ocupar terrenos públicos y privados por quienes constituyen su base política con la justificación explícita de la Ministra de Seguridad y la ayuda de confusos decretos  que dificultan los desalojos.

Finalmente, y penetrando hasta el hueso en el tejido institucional de la república el funcionamiento virtual del Congreso ha sido aprovechado para vapulear a los legisladores opositores e intentar cambios en la justicia que llegan a la mismísima Corte Suprema y en los que se puede percibir la búsqueda de impunidad de  quienes tienen que responder  por sus acusaciones de corrupción.

 El más bochornoso de los episodios se dio en la Cámara de Diputados cuando el presidente de la misma, Sergio Massa, bajo la presión de sus jefa  política que es la misma persona a quien había criticado hasta el hartazgo, se permitió negar el voto a los legisladores opositores físicamente presentes aduciendo que solo podían votar quienes estuvieran presentes en forma virtual.

Los opositores protestaron claro, plantearon la inconstitucionalidad del acto, denunciaron el atropello y finalmente contemplaron impotentes como se votaba la continuidad del protocolo que permite solo reuniones virtuales y las leyes que estaban en juego. 

En este punto cabe preguntarnos ¿no habrá llegado la hora de que los diputados de la oposición peguen un zapatazo en sus pupitres?

 

 En el año 1960, en la Asamblea de la ONU, el primer mandatario soviético, Nikita Kruschev, irritado por lo que estaba sucediendo en la sesión golpeó repetidamente con su zapato en su pupitre. Ese gesto expresó más acabadamente que las frases altisonantes su disconformidad y quedó registrado en los anales de la historia.

 

Ante el absoluto desprecio por las normas establecidas demostrado reiteradamente por el oficialismo en ambas Cámaras y agravado por el funcionamiento virtual que se pretende mantener en forma inconsulta, el tiempo de los discursos grandilocuentes y las frases engoladas está agotado.

Proponemos que si  se reitera esta situación, es tiempo de que los legisladores opositores hagan sonar el taco de sus zapatos en sus pupitres a ver si de esa forma consiguen ser escuchados y toman nota de su presencia física  y real en sus bancas. No será una actitud muy ortodoxa pero no se puede permitir un atropello permanente de las normas sin hacer otra cosa que formular quejas que no son escuchadas ni atendidas.

 Esto nos lleva a reflexionar acerca de las actitudes de un oficialismo que viene  por todo y lo demuestra en cada circunstancia, con pandemia y sin ella, confrontado por una oposición timorata, representante de una coalición timorata que viene de fracasar ejerciendo un gobierno también timorato.

Se va haciendo evidente que el bipartidismo entre los cultores de un populismo sediento de poder que no repara en métodos para imponer su voluntad y una coalición de centro izquierda cuya fórmula para gobernar fue endeudar al país hasta llevarlo al default y mantener planes, privilegios y una asfixiante burocracia estatal, debe llegar a su fin ya que es insensato pretender resultados diferentes repitiendo las mismas acciones por parte de los mismos protagonistas.

Estamos persuadidos de que es tiempo de que irrumpa con vigor en la política argentina una fuerza de centro derecha que traiga aires renovadores tanto con las personas  como con la visión de país que  represente. Una fuerza que defienda los derechos humanos de los ciudadanos que cumplen la ley frente a los delincuentes que los agreden. Que defienda la vida y la familia. Que promueva ámbitos educativos en los que imperen orden, disciplina  y mérito. Que reemplace la cultura del asistencialismo por la cultura del trabajo. Que premie a los emprendedores y a los que quieren producir sin asfixiarlos con una presión impositiva insostenible. Que defienda la soberanía y respete el rol de las Fuerzas Armadas, policiales y de seguridad.

 

 En fin, una tercera fuerza que se nutra delos millones de argentinos que desean estas cosas y que se tienen que conformar con la opción “menos mala” ante la ausencia de un verdadero modelo de país  que sea capaz de hacernos recuperar el orgullo de ser argentinos y  tenga presente al   Dios cuya protección invoca el preámbulo de nuestra Constitución al mencionarlo como fuente de toda razón y justicia.

 

 Estamos trabajando para construir esa opción. Los obstáculos son inmensos pero nada está predeterminado porque el  futuro es el resultado de la acciones de los hombres y estamos decididos a trabajar sin desmayos, inspirados, sin eufemismos, por la vocación de servicio y el amor a la Patria.

 

JUAN CARLOS NEVES

 

 (*)Presidente De Nueva Unión Ciudadana (NUC)

 

Coordinador General de ENCENDER (Encuentros  de Centro Derecha)