"Si quieres la salud, prepárate para la enfermedad". Ese es el lema que rige en el Laboratorio Farmacéutico Conjunto de las Fuerzas Armadas. Por eso, si bien el coronavirus sorprendió allí al igual que en el resto del país y del mundo, este lugar estaba preparado para la ocasión, con tecnología y con capacidad técnica: actualmente produce 10.000 litros de alcohol en gel por semana.

El coronel Fernando Luis Pose, director de la Sanidad Militar Conjunta de las Fuerzas Armadas, cuenta que, si bien el alcohol en gel no era lo que más se elaboraba en este laboratorio, la pandemia hizo que este pasara a ser el producto estrella. "La producción se incrementó hasta llegar en la actualidad a 10.000 litros por semana", precisa Pose.

Pero el alcohol en gel no es el único insumo esencial que fabrican en tiempos de pandemia las Fuerzas Armadas, que a lo largo de la historia han tenido un gran protagonismo en la producción de un sinnúmero de productos de consumo interno. Así, en la Sastrería Militar, cuyos talleres están en El Palomar se concentraron en la confección de barbijos, camisolines y fundas para camillas.

Federico Luna, investigador de Defensa y Fuerzas Armadas, explica que, para estas tareas en la sastrería se incorporaron turnos rotativos de aspirantes a sastre, que aprenden el oficio en la Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral", ubicada en Campo de Mayo. "En la primera semana de abril ya habían producido 39.000 barbijos, 1000 camisolines y 500 fundas para camillas", detalla.

Además, cada brigada del Ejército cuenta con una base de apoyo logístico, con elementos que les permiten hacer reparaciones de magnitud en equipos y vehículos de la fuerza. "Por ejemplo, la Base de Apoyo Logístico Neuquén, en Zapala, repara camas y confecciona equipos de protección personal, mientras que la Base de Apoyo Logístico Pigüé, en la provincia de Buenos Aires, produce soportes para suero y entrega cloro. Esos son solo dos ejemplos", dice Luna.

Agustín Rossi, ministro de Defensa de la Nación informó el 8 de abril, ante diputados, sobre las acciones que desempeñan las Fuerzas Armadas en esta crisis del Covid-19 y finalizó con una cifra abarcadora: "Completan 284 tareas de distribución de alimentos, 117 de sanidad y 92 de infraestructura sanitaria".

Además, se puso a disposición la capacidad logística, que es inmensa. "No hay agencia del Estado que tenga la capacidad de logística que tienen las Fuerzas Armadas y, sobre todo, el Ejército Argentino. Imagínense que hace la distribución y recolección de urnas en las elecciones", enfatizó el ministro de Defensa, en declaraciones públicas.

Fuentes de las Fuerzas Armadas destacaron también el Taller de Confección y de Atributos Militares de la Intendencia Naval de la Base Naval Puerto Belgrano de la Armada Argentina, que produce 350 barbijos diarios. "Asimismo, la Facultad de Ingeniería del Ejercito, en Palermo, reconvirtió sus laboratorios académicos y, mediante la impresión 3D, fabrica mascaras de protección personal y accesorios descartables para respiradores artificiales", acotan.

Esto se inscribe en una larga tradición de las Fuerzas Armadas como fabricantes de productos. A mediados del siglo XX llegaron a contar con unas 30 fábricas. Siempre tuvieron gran una producción de armamento, municiones y vehículos de guerra, pero también fabricaron, entre otros bienes, aviones, como el Pulqui; autos, como el Rastrojero; tractores, como el Pampa, y televisores, como el FM Evita.

Luis Franco, magíster en Economía y director de Aeromarket, dice que todo comenzó con la Fábrica Militar de Aviones, en 1927, pero que hay que retrotraerse unos años para entender sus orígenes. "Es difícil escindir la evolución industrial militar de la Argentina sin remontarse a Enrique Carlos Mosconi, un militar del Ejército Argentino e ingeniero civil. Seguramente se lo recordará por el impulso que le imprimió a la industria petrolera, pero también tuvo una relevante actuación en la aviación militar y civil", explica el experto.

El primer avión de producción nacional (con licencia inglesa) fue el Avro Gosport 504. Pero luego vendrían varios más. Y el gran salto creativo se daría a partir de 1940, con la fabricación de aviones civiles de entrenamiento y formación, como El Boyero, y diversos modelos militares. "No hay que olvidar al producto que, tal vez, haya sido el mejor de la Fábrica Militar de Aviones, el Pucará, en la década del 60", subraya Franco.

En 1951, la Fábrica Militar de Aviones pasó a ser parte de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), que llegó a constituirse en un conglomerado de diez fábricas y que producía aviones de diseño propio y bajo licencia, junto a la producción de armamento, automotores, tractores, motocicletas y lanchas. "Hoy realiza mantenimiento y modernización de aeronaves junto a la producción del avión militar de entrenamiento avanzado IA-63 Pampa, en su versión Serie III", relata Luna.

Y no debe soslayarse a Fabricaciones Militares y al Astillero Río Santiago, donde se construyeron locomotoras, subterráneos, trenes y vagones. "También tienen, aún hoy, una importante participación en el mercado químico y de explosivos", añaden en las Fuerzas Armadas.

La enorme capacidad industrial, según los especialistas, llegó a la década de los 80 con la necesidad de una gran inversión para modernizarse, algo que no siempre se logró. Hasta que, en 1991, se dispuso la privatización de la totalidad de las fábricas. En la actualidad, las fábricas que son propiedad del Estado y están relacionadas con la producción para la defensa están bajo la órbita directa del Ministerio de Defensa.

Publicado en La Nación