Durante demasiados años, quienes se habían alzado en armas en nuestro país en los años setenta, y habían derramado sin piedad la sangre de sus hermanos para alcanzar el sueño de la toma del poder, lograron que su versión del pasado fuera aceptada como la historia oficial por una sociedad aturdida por la propaganda sobre la represión.

En esa versión interesada de los hechos, estos nuevos Caínes que hasta ahora gozaron de impunidad eran las víctimas y no podía haber otros. Con el paso del tiempo, sin embargo, el velo empieza a descorrerse y la sangre de los inocentes salvajemente amasijados por ellos, como la de Abel en su momento, empieza a clamar al cielo. No es tan extraño que, el lunes pasado, tantos nostálgicos de aquella demencial revolución que desgarró a la Argentina hayan querido impedir por la fuerza el homenaje que iba a rendirse en la Legislatura porteña a las víctimas de Montoneros, el ERP y otras organizaciones criminales de aquellos años. Su versión amañada del pasado, la historia oficial, depende de que esas víctimas sean olvidadas. Porque, se sabe, sin víctimas no hay victimarios. Pero la pregunta hecha a Caín, “¿dónde está tu hermano?”, emerge cada vez con más fuerza. Porque hubo víctimas y hubo victimarios. Es hora de que estos nuevos Caínes con piel de cordero rindan cuentas. Es hora de que se reabran los juicios para conocer lo que hicieron y sentar en el banquillo no solo a las cúpulas de esas organizaciones, sino a sus lugartenientes, y de allí bajar hasta el último responsable. Es hora de que finalmente se sepa la verdad completa.

Mario Cabanillas

Presidente del Centro de Estudios Salta

DNI 11.282.776

Publicado en La Nación