El obispo castrense Santiago Olivera habló con Infobae sobre los próximos pasos del proceso diocesano que comenzará en las próximas semanas. Quiénes son los siete religiosos que tendrán a cargo la investigación.

El 19 de agosto de 1975, un hombre común dio su vida en circunstancias extraordinarias. El entonces mayor Argentino del Valle Larrabure se negó a colaborar con la guerrilla del ERP, que lo mantenía secuestrado desde el 11 de agosto de 1974. Pasó 372 días cautivo en una mazmorra mínima en la ciudad de Rosario, Santa Fe. Mal alimentado y torturado, pudo decir “sí” y salvarse a un precio demasiado alto: ayudarlos a fabricar explosivos para seguir matando. Era ingeniero químico y subdirector de la Fábrica Militar de Explosivos de Villa María, en Córdoba. Tenía la fórmula en su cabeza. Dueño de una fe inquebrantable, dijo “no” y mientras cantaba el himno, fue estrangulado hasta morir. Aquel martirio, hoy, lo puede convertir en un nuevo Beato argentino.

Por el decreto número 56 del Obispo Castrense, monseñor Santiago Olivera, en las próximas semanas se iniciará el proceso diocesano, “la instrucción de la causa de canonización del Siervo de Dios coronel Argentino del Valle Larrabure (Nota: lo desde el momento que se aceptó la postulación para ser canonizado) y ordenar que se abra el proceso sobre el martirio de dicho siervo de Dios, a tenor de la vigente legislación para las Causas de los Santos”. Siete personas tendrán en sus manos la decisión, que será enviada al Vaticano para el veredicto final. Será juez de la instrucción el presbítero Licenciado Roberto Luis Adrián Forte; promotor de Justicia el presbítero Dr. Carlos Rubén Terceiro Muiños; notario el Presbítero Diego Manuel Pereyra; notario adjunto el Dr. Franco Darío Bordón Zanfagnini; perito teólogo monseñor Licenciado Gustavo Fabián Acuña; perito médico el Presbítero y médico Sergio Omar Fochesato; y perito en historia, licenciado Sebastián Miranda.

Esta iniciativa, en lo formal, comenzó el 29 de agosto de 2022, cuando el obispo Olivera le envió una carta al Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos. solicitando la apertura del proceso: “Le compartí esta inquietud tras conversar con el Papa Francisco, quien me recomendó que haga un proceso ordinario según los pasos y las normas procesales. También le consulté al jefe del Ejército y le envié al cardenal todo el material junto a una carta de Arturo, hijo del coronel Larrabure y otra con la opinión de los obispos”, contó el obispo Olivera a Infobae. La respuesta del Vaticano se envió el 14 de marzo de 2023. El texto, el latín, incluía dos palabras clave: “nihil obsta”. Es decir, que nada obsta, que no hay impedimento para comenzar la investigación sobre Larrabure.

El postulador -una especie de abogado defensor- que nombró el obispo Olivera será el capellán mayor de la PSA Rubén Bonacina, quien tendrá el deber de reunir los testimonios que acrediten la beatitud de Larrabure. ¿Cuándo terminará el proceso? Para el obispo castrense no hay una fecha: “Esto empieza, pero no se sabe el tiempo que puede llevar. El postulador presenta una lista de testigos posibles y después el tribunal puede considerar que otros también son necesarios”

En el caso que la causa llegue al Vaticano, se tendrá que nombrar a otro postulador. O en este caso, según piensa Olivera, una postuladora: Silvia Correale, quien hizo ese trabajo en los casos del Cura Brochero y la laica jesuita María Antonia de Paz y Figueroa, “Mama Antula”.

Vida y muerte de un hombre íntegro

El coronel (post mortem) Larrabure fue, durante 42 años, un hombre anónimo, que vivía para su trabajo y su familia. Nació en la calle Muñecas 609 de la ciudad de San Miguel de Tucumán el 6 de junio de 1932. El menor de ocho hermanos -y séptimo varón- de un matrimonio compuesto por Cirilo Larrabure y Carmen “Clarita” Conde Contardi. Hizo su escuela primaria en el instituto Bartolomé Mitre, y el secundario en el colegio católico Tulio García Fernández. En ese momento se despertó su vocación castrense, y el 1ero. de marzo de 1950 ingresó en el Colegio Militar de la Nación, de donde egresó como subteniente del arma de infantería el 1 de diciembre de 1952.

En el transcurso de tercer año conoció a María Susana de San Martín, a quien llamaba Marisú, y luego de algunos años de noviazgo se casaron el 8 de diciembre de 1955. Del matrimonio nacieron dos hijos, María Susana en 1956 y Arturo Cirilo en 1959.

En 1960 ingresó a la Escuela Superior Técnica. Su primer destino, una vez recibido, fue como Ingeniero Militar en la Fábrica Militar de Tolueno Sintético, ubicada en la localidad bonaerense de Campana, donde llegó en 1965. Mientras trabajaba allí fue profesor de la Universidad Católica Argentina en la ciudad de Buenos Aires. En 1966 hizo un curso en la Escuela de Inteligencia de Buenos Aires. Dos años más tarde continuó estudiando en la Escuela Superior de Guerra, donde hizo el Curso Básico de Comando. El 22 de diciembre de 1969 fue designado como subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos en Villa María, Córdoba.

Entre 1972 y 1973 se mudó con su familia a Brasil. Lo enviaron por sus méritos como Ingeniero Militar para realizar el Curso Profesional del Instituto Militar de Ingeniería en Río de Janeiro. Una vez que concluyó esa etapa, en enero de 1974 regresó al país con el mismo cargo que tenía antes de marchar en la Fábrica Militar de Villa María. Continúo ejerciendo la docencia en la cátedra de química en el “Profesorado Gabriela Mistral”, de las hermanas rosarinas.

Larrabure se podría haber salvado de su cruel destino. Su hijo, Arturo, le cuenta a Infobae que “Cuando se inauguró Petroquímica Mosconi tuvo un ofrecimiento de su presidente, Leónidas Montaña,a quién conocía de la fábrica de tolueno. Él le dijo ‘Vasco, dejá el Ejército, te estoy esperando con un puesto’. Y mi papá no quiso. Dijo que tenía que devolverle al país lo que había invertido en él”.

Pero el domingo 11 de agosto de 1974 su destino se torció. Lo colocó en una situación límite. A la una de la mañana, el conscripto Mario Pettigiani, infiltrado del ERP en la Fábrica Militar, baleó a su compañero de guardia y abrió una brecha en el alambrado que rodeaba la unidad. Por allí ingresaron unos 70 guerrilleros del ERP. Larrabure y su esposa estaban en una fiesta en el casino de oficiales. Despedían a un grupo de ingenieros y recibían a sus reemplazos. El país estaba en democracia. Gobernaba Isabel Martínez, la viuda del general Juan Domingo Perón, muerto un mes y diez días antes. Se desató una balacera infernal. El comando erpiano obtuvo un botín de 120 fusiles FAL y municiones. Y además, el entonces mayor Larrabure y el capitán García fueron llevados por la fuerza, secuestrados. El último pudo huir, pero recibió una ráfaga de ametralladora que lo dejó malherido.

Durante 372 días, Larrabure estuvo encerrado en un agujero de 1,10 metros de largo por 60 de ancho en la calle Garay 3254 del barrio Bella Vista, en Rosario. Allí, además de sufrir y cumplir 43 años, cantaba el Himno Nacional todos los días, dibujaba, hacía operaciones matemáticas, escribía un diario de su cautiverio a escondidas, cartas para su familia y poemas, como el siguiente llamado “Soledad Desesperanzada”:

“En la soledad del cautiverio

lacerado por el recuerdo y la tristeza

se agiganta la figura de mujer amada

rondando la locura y la desesperanza.

Bloqueado en el pensamiento y el habla,

sólo, casi junto a la nada,

va pasando impertérrito el tiempo,

en su marcha hacia Dios,

hacia la eternidad deseada.

Y yo junto a tí, a nuestros hijos amados;

y yo lejos de tí, de nuestros hijos amados

penando en la incerteza, en el no saber nada,

sabiendo sólo de tu amor, de tu amor incalculado.

Así va todo transcurriendo...

como transcurren las cosas en la tierra.

En la tierra habitada por hombres que hacen

y por hombres que torturan y matan...”

Cuando lo asesinaron estrangulándolo, lo envolvieron en plástico y lo arrojaron a una zanja cerca del cruce de la avenida Ovidio Lagos y la calle Muñoz, próximo a la ruta 178 de Rosario. Lo hallaron unos chicos que jugaban el 23 de agosto de 1975. Sus hijos tenían 17 y 16 años.

El camino a la canonización

Para que un fiel se convierta en beato, siempre existieron dos vías: por la vivencia de las virtudes cardinales y teologales en grado heroico, o por un proceso de martirio, donde se intenta establecer que entregó su vida por su fe en Dios. En 2017, el Papa Francisco añadió una tercera vía procesal: se puede iniciar el proceso de beatificación a un fial que haya ofrecido en forma voluntaria su vida “por causa de un acto de caridad”.

El obispo Santiago Olivera fue quien hace diez años comenzó el proceso de beatificación del Cura Brochero. Hoy es Obispo Castrense y habló con Infobae:

-¿Cuáles son los motivos para que el Coronel Larrabure pueda llegar a ser Beato?

-Por lo pronto porque encarnó una clave del Evangelio, que es amar a todos: amar a los que nos hacen mal, amar a los “enemigos”. Plasmar el Evangelio en una entrega hasta el extremo. Un militar se prepara para la defensa de la Patria y la custodia de los hombres que habitan en ese suelo hasta dar la vida. Y en este caso, como Jesús que fue crucificado e invitaba a Dios a que perdone a sus asesinos porque no sabían lo que hacían, el coronel Larrabure pudo perdonar y pedir que no quede odio ni resentimiento en el corazón de su familia y su gente. Es un modelo de hombre que frente a tanto dolor e injusticia y con todo que estaba sufriendo, solo pide que los perdonen. No invitó al odio ni a la venganza, sino al perdón y la aceptación de la voluntad de Dios.

-Para la Iglesia Católica, ya es Siervo de Dios….

-Si. Él tuvo una vida heroica, la vida de la fe, la esperanza, la caridad, el amor y entonces se empezará una investigación. Después de que lo secuestraron por ser militar, se ve su martirio, en el que entrega la vida. Existe un testimonio que él habría podido ser libre, si les daba una fórmula y los ayudaba a fabricar pólvora. Y sin embargo, sabiendo de su muerte segura prefirió entregar la vida.

-¿Con un martirio puede ser Beato?

-Exacto. Ahora se hará un proceso y después se irá Roma y en el Dicasterio estudiarán lo que aquí, en el Tribunal, recojamos a lo largo de una investigación histórica. Habrá testigos (Nota: en principio serán 15 entre familiares, compañeros de armas y otros; pero se podrían agregar más) y Roma dirá si puede ser reconocido mártir. O, como el Santo Padre ha instruido también, que haya vivido una vida heroica: vivir conociendo que tendría una muerte segura, como pueden tener una religiosa, un religioso o un laico viviendo en un lugar donde hay enfermedades, sabiendo que eso podría contagiarlo.

-¿Hay algún milagro en estudio?

-Todavía no hay ningún milagro. Igual para ser Beato, si es por martirio, no hace falta un milagro. Serán los tiempos de Dios si se manifiesta la gracia de un supuesto milagro, en caso que la Iglesia lo confirma como tal. Algunos cuentan especiales gracias que reciben por intercesión del Siervo de Dios.

-El hijo del coronel Larrabure, Arturo, se reunió con el Papa Francisco por una gestión suya. ¿Qué importancia tiene para la causa?

-Me parece que fue muy importante. La decisión de transitar este camino ya estaba, pero ayuda que haya escuchado en primera persona lo que significó la vida y la muerte del coronel.

Testimonios

Entre los testimonios que el tribunal escuchará, están los que el postulador Bonacina llevará en una carpeta. Por cuestiones de privacidad no se puede divulgar sus nombres, pero algunos párrafos sobre Larrabure son enfáticos:

“No puedo dejar de ver una particular inspiración divina, a la que correspondió hasta su muerte. Asimismo, el testimonio de que podría haber negociado su libertad a cambio de enseñarles a hacer explosivos a la banda de asesinos que lo secuestró, capacitándolos para que cometan otros crímenes, muestra que aceptó libremente la muerte por no quebrantar la justicia. Me permito agregar un testimonio personal en ocasión de un acto que pude participar en la Fábrica Militar de Villa María en un aniversario del ataque y secuestro de Larrabure, donde conocí a un hombre con dificultades para caminar normalmente, porque siendo soldado fue herido en el ataque a la Fábrica por la banda. Tuve un breve diálogo con él y le pregunté sobre su estado de ánimo y la ausencia de odio o rencor. Fue edificante que me dijera que no tenía ningún odio. Opino que esa actitud es también fruto de la semilla evangélica que el Coronel Larrabure sembró profusamente”.

“El coronel Larrabure no estaba inscripto en ningún bando en pugna, simplemente pertenecía a una institución de existencia necesaria según la Constitución, y si esta causa prosperara, podría mostrar a todos que la santidad cristiana está abierta a toda legítima vocación humana y no es patrimonio de un determinado grupo”.

“Su actitud ante el sufrimiento y la muerte muestran la obra de la virtud y el don de fortaleza que vivificada por la Fe se alimenta en la caridad, cuya corona es la capacidad del perdón. No permitió que el horizonte de su existencia fuera destruido por la crueldad de su situación. En ello brilla la esperanza”.

El próximo 19 de agosto, en un nuevo aniversario de la muerte de Larrabure, en la parroquia Luján Castrense se rezará la Eucaristía pidiendo por la Causa del Siervo de Dios. Será un paso más en el largo camino hacia la canonización del militar argentino, que comenzó en 1975, cuando le dijo “no” negociar con la muerte, aunque le costara su propia vida.

Por Hugo Martin

Publicado en Infobae